/ martes 27 de junio de 2023

El Machete Costeño | La muerte de Galeana (Primera parte)

El próximo 27 de junio se cumplen 209 años de la muerte del General Hermenegildo Galeana

Uno de los héroes más destacados en la guerra de la independencia lo fue el Brigadier Hermenegildo Galeana, a quien sus soldados llamaban “Tata Gildo”; pero, además, el brazo derecho del Generalísimo José María Morelos y Pavón, quien por instrucciones del cura Hidalgo, revolucionó el Sur, que a la postre, resultó corresponder —una buena parte— al actual Estado de Guerrero. Y digo el brazo derecho, porque cuando mataron Tata Gildo en Coyuca de Benítez el 27 de junio de 1814, y que también habían fusilado al general Mariano Matamoros en la última batalla del ejército insurgente en Puruarán, Morelos exclamó: “acabáronse mis brazos… ya no soy nada”.

El próximo 27 de junio se cumplen 209 años de la muerte del General Hermenegildo Galeana. Por ello, queremos relatar los últimos momentos de su vida en los campos de batalla. Empezaremos por decir que después de un número considerable de batallas ganadas por el ejército insurgente, en las cuales él participó, vino una, la de Valladolid, en que fue derrotado el ejército insurgente. El general Morelos, con una parte de sus jefes, se retiró a la Costa Grande perseguido por los realistas. Carlos María de Bustamante, historiador contemporáneo de Galeana, nos da referencias de la última entrevista que tuvieron de don Hermenegildo con el general Morelos en Tecpan, el pueblo que por decreto este último convirtió en ciudad capital de la región que llamó Provincia de Tecpan: “En este lugar se presentó una escena que mi corazón no puede dejar de conmoverse al referirla, ni mis ojos de despedir copiosas lágrimas. Hablando Morelos y Galeana sobre sus desgracias pasadas, y dándole éste algunos sentimientos en confianza, comenzaron á llorar; Galeana le dijo arrebatado de dolor: ¡Ah, señor!... Aquí me separo: voy a sembrar algodón para comer y pasar mi vida en secreto y olvidado de las gentes... Todo se ha perdido, porque V. se ha fiado de hombres que no debiera, para el mando de las armas. Yo no podré escribir un papel, es verdad; pero sí atacar un campo... Entonces Morelos procuró consolarlo; le aseguró de su amistad sincera, lo exhortó á que continuara en la empresa de salvar la patria con constancia…”

Iglesia de Coyuca de Benítez./ Foto: @Ramón Sierra


Morelos encomendó a Galeana las trincheras del El Veladero, en Acapulco. Los intentos por capturar a Morelos resultaron infructuosos y Armijo, el general español que lo perseguía, decidió abandonar esa tarea y concentrar sus fuerzas en Acapulco: trataba de desalojar al General Hermenegildo del Veladero. A este respecto, a fines de abril, Morelos escribía a don José María Liceaga: “No tengo mucha esperanza que el señor Galeana pueda mantenerse en El Veladero, por tener cortados los víveres y la comunicación conmigo, a causa de haber penetrado el enemigo desde Acapulco hasta cerca de Petatlán, persiguiéndome como setenta leguas”. En efecto, Armijo había llegado a Acapulco, por el punto de Carabalí; de ahí atacó por Pie de la Cuesta. Juan Álvarez se preparaba desde Coyuca y Montes de Oca se hacía fuerte en el Veladero. Galeana atacaba el punto llamado “Cajones” con algún éxito, luego marchó a “La concepción”, pero sin consolidar su ataque.

En el punto llamado La Puerta, los insurgentes trabaron combate con Armijo, logrando rechazarlo. Aquí, Armijo dejó un indulto para Don Hermenegildo, sin sospechar que el héroe de Tecpan sería el último en aceptarlo. “En la noche de ese mismo día, Galeana avanzó sobre el pueblo de Asayac (...) y sorprendió á una compañía de realistas mandados por el capitán Gerónimo Barrientos, subalterno del padre D. Salvador Muñoz, que era el comandante de aquella fuerza(...) los desalojó del cuartel, les tomó un prisionero, tres fusiles, parque, machetes, sables(...) Su sobrino D. Pablo Galeana salió en busca del padre Muñoz, y logró prenderlo á la mañana siguiente, presa que fue muy importante, pues de su boca supo Galeana los planes de Armijo (...) Al día siguiente se situó en un cerrito inmediato al pueblo de Asayac á aguardar al enemigo que atacó con 400 hombres. Resistioles Galeana, pero halló por conveniente retirarse á la huerta de Almolonga(...) Siguió su marcha para Teipam y caminó todo el día y parte de la noche: a las siete de la mañana del siguiente entró en el pueblo acometiendo en derechura á los cuarteles de patriotas (soldados españoles) que había allí, á quienes puso en fuga.”

Con este pequeño contingente, Tata Gildo libró algunas batallas más en las que salió victorioso y aún abrigaba la esperanza de crear un ejército que pudiera restituir el terreno perdido, pero el destino le tendió una trampa cerca de Coyuca, la mañana del 27 de ese mismo fatídico año para la causa de la Independencia. Al pasar el río atacó y derrotó casi solo una emboscada del comandante Avilés: avanzó sobre éste, que iba en fuga, como cosa de tres cuadras; mató siete enemigos y tomó igual número de armas (...) se parapetó el enemigo de unas parotas y comenzó a hacer fuego. Entonces Galeana hizo alto, mandó montar el cañón y continuó la acción sosteniéndose. En ese acto D. Julián Ávila vio que el caballo que montaba estaba herido; éste le dijo que se saliese de las filas y montase en otro para volver á la carga; no lo hizo así, sino que se salió con suma precipitación, y tras de él su escolta; creyó su tropa que este movimiento era de fuga y comenzó a desordenarse, por cuyo motivo cargó el enemigo y con dos partidas, una de caballería y otra de infantería, flanqueó a los americanos y les tomó la retaguardia: dióse parte a Galeana de esta ocurrencia, el cual se hallaba en lo más recio del combate de vanguardia, y no lo quiso creer; (...) mandó á su sobrino D. Pablo Galeana que averiguase y le avisase: de hecho se comprobó la verdad y mandó abandonar el cañón, y que su gente saliese del bosque(...) Encontróse con el enemigo de frente, y con una voz terrible dijo a éste: ¡Aquí está Galeana...!”

“Luego que lo oyeron, dos compañías de infantería le abrieron paso, ¡tanto le formidaban! Avanzó hasta el otro lado del río, reunió a unos cuantos dispersos como pudo, y tornó a la carga. El enemigo estaba situado á la margen del río: avisósele que dos compañías de éste lo pasaban por diferentes puntos para flanquearlo, y entonces comenzó á retirarse poco á poco haciendo fuego al enemigo, que avanzaba en su persecución: ya no pudo, aunque quiso, reunir ningún disperso. Guiaba esta partida de los españoles, un hombre llamado José Oliva, á quien Galeana había hecho mucho bien en Téipan y Zanjón, donde este ingrato residía últimamente; conoció á Galeana, comenzó á llamarlo por su nombre y á avanzar sobre él con su partida; ya casi lo alcanzaba, cuando picando recio al caballo, éste, que era brincador, le dio un gran golpe en la cabeza que le hizo saltar la sangre por la boca y narices que lo atontó; sin embargo, no cayó a tierra sino que se quedó sentado en las ancas muy aturdido. Viéndolo su sobrino en tal estado, lo echó por delante y se quedó á retaguardia con tres dragones y el ayudante D. Pedro Rodríguez, para impedir que avanzase el enemigo, mas este cargó entonces reciamente en términos de tocarse unos a otros. Al pasar Galeana bajo de un huizache, el caballo dio nuevamente otro salto fuerte, y como salía una gran rama del mismo árbol, que atravesaba el camino, se dio contra ella al tiempo de levantar la cabeza para ver a los que lo perseguían, y cayó en tierra. Rodeáronlo catorce dragones, y ninguno osaba apearse para tomarlo; pero Joaquín León, desde su caballo le disparó un carabinazo y le atravesó el pecho. Entonces Galeana, moribundo y agitado de las ansias de la muerte tiró de su espada, que no pudo sacar de la vaina. El mismo dragón consumó su iniquidad, pues se apeó del caballo, le cortó la cabeza, la puso en una lanza, y se volvió con ella en triunfo para el pueblo de Coyuca, que habían abandonado sus moradores teniendo por cierta la entrada de Galeana. El cadáver quedó allí mutilado, y no lo pudo recoger su sobrino porque también cargó sobre él una partida de seis dragones”.

Estos fueron los hechos de un héroe que encontró la muerte en el pueblo del Salitral, hoy Los Cimientos, a escasos ocho kilómetros de la ciudad de Coyuca de Benítez, y que cada año, con fervor, los niños de la escuela “Miguel Hidalgo”, de ese histórico sitio, le rinden homenaje; un día especial recordado por las autoridades de los Ayuntamientos de Tecpan de Galeana y de Coyuca de Benítez, que no pueden pasar desapercibido para rendirle ferviente homenaje al “Gral. Hermenegildo Galeana”; un hombre en quien la valentía era una segunda naturaleza: “…que jamás atacó al enemigo á retaguardia, que era terribilísimo en una acción de guerra; y era, por el contrario, un cordero en los momentos de paz y fuera de la acción. (Como lo dijera don Carlos Ma. de Bustamante, un contemporáneo suyo que lo conoció y luchó a su lado y que escribió los hechos de su muerte): Jamás hizo fusilar á ninguno, aunque tuviese órdenes de hacerlo. Calculaba mucho, principalmente en el calor de la batalla; entonces le ocurrían medidas imposibles al parecer, pero certeras é indefectibles. Si hubiese esperado los auxilios del campo de Atijo, á vuelta de tres meses lanza del sur al general Armijo, y reconquista todo lo perdido (...) Llamábanle Tata Gildo, y lo que él decía se cumplía irrevocablemente y sin repugnancia; á su nombre siempre acompañó como correlativa la idea de un hombre de bien…”

A pocos metros del poblado de Los Cimientos, hasta hace algunos años, existía el viejo árbol en una de cuyas ramas golpeó la cabeza de Galeana —para Carlos María de Bustamante se trataba de un huizache; para los habitantes de Los Cimientos, se trata de un huajorusco); sin embargo, por esos parajes estará también el pedazo de terreno que por casi dos siglos abrigara los restos del héroe sin cabeza, es decir, su tronco debió haber sido enterrado cerca por su sobrino Pablo, porque la cabeza, como se ha dicho par varios historiadores, está enterrada cerca de las escalinatas de la vieja iglesia de Coyuca. En el histórico árbol, siendo gobernador del estado Rubén Figueroa Figueroa, se construyó un pequeño monumento, circundando el árbol, y se colocó una placa alusiva que reza: “En este sitio y en este árbol encontró la muerte uno de los héroes más grandes de la insurgencia mexicana, don Hermenegildo Galeana, el gran ‘Tata Gildo’ de nuestra historia. Coyuca de Benítez Gro., enero – 1977.” El monumento fue destruido por una creciente del río Coyuca y la placa desplazada a algún “arronzadero”. Doña Gabina Hernández Meza (+), vecina de Los Cimientos, se dio a la tarea de buscar la placa que conmemoraba el sitio, la encontró y la conservó para mostrarla a las autoridades que año con año visitan el poblado para rendir homenaje luctuoso a “Tata Gildo”.

El destino quiso que uno de los héroes más destacados de la Guerra de Independencia, tuviera un final trágico; que su espíritu indómito en los campos de batalla y sereno y tranquilo en los remansos de paz, no encontrara reposo ni en la muerte: su cuerpo que cabalgó y blandió el machete costeño en medio del combate, fue separado trágicamente de su cabeza que ideó y fraguó las estrategias que le diera tantas victorias. Su cabeza, que lo caracterizó por ser un hombre noble y leal a sus ideales y a su jefe Morelos aún en los días de ingratitud y traiciones, quedó huérfana del cuerpo que le diera soporte y gallardía. La bella iglesia de Coyuca de Benítez aún observa, frente a sus escalinatas, el sitio donde podría descansar la testa del héroe. Como lo dijera Monseñor Rafael bello Ruiz, arzobispo de Acapulco (+), “solo falta una lápida de mármol adosada en el muro del antiguo templo que tenga grabado este u otro epitafio:

De esta tierra fecunda de la costa brava, de estos terrones por el suelo echados, Hermenegildo y mil de sus soldados subieron vivos a mejor morada”.

Monumento a Galeana, en Los Cimientos./ Foto: @Ramón Sierra

Uno de los héroes más destacados en la guerra de la independencia lo fue el Brigadier Hermenegildo Galeana, a quien sus soldados llamaban “Tata Gildo”; pero, además, el brazo derecho del Generalísimo José María Morelos y Pavón, quien por instrucciones del cura Hidalgo, revolucionó el Sur, que a la postre, resultó corresponder —una buena parte— al actual Estado de Guerrero. Y digo el brazo derecho, porque cuando mataron Tata Gildo en Coyuca de Benítez el 27 de junio de 1814, y que también habían fusilado al general Mariano Matamoros en la última batalla del ejército insurgente en Puruarán, Morelos exclamó: “acabáronse mis brazos… ya no soy nada”.

El próximo 27 de junio se cumplen 209 años de la muerte del General Hermenegildo Galeana. Por ello, queremos relatar los últimos momentos de su vida en los campos de batalla. Empezaremos por decir que después de un número considerable de batallas ganadas por el ejército insurgente, en las cuales él participó, vino una, la de Valladolid, en que fue derrotado el ejército insurgente. El general Morelos, con una parte de sus jefes, se retiró a la Costa Grande perseguido por los realistas. Carlos María de Bustamante, historiador contemporáneo de Galeana, nos da referencias de la última entrevista que tuvieron de don Hermenegildo con el general Morelos en Tecpan, el pueblo que por decreto este último convirtió en ciudad capital de la región que llamó Provincia de Tecpan: “En este lugar se presentó una escena que mi corazón no puede dejar de conmoverse al referirla, ni mis ojos de despedir copiosas lágrimas. Hablando Morelos y Galeana sobre sus desgracias pasadas, y dándole éste algunos sentimientos en confianza, comenzaron á llorar; Galeana le dijo arrebatado de dolor: ¡Ah, señor!... Aquí me separo: voy a sembrar algodón para comer y pasar mi vida en secreto y olvidado de las gentes... Todo se ha perdido, porque V. se ha fiado de hombres que no debiera, para el mando de las armas. Yo no podré escribir un papel, es verdad; pero sí atacar un campo... Entonces Morelos procuró consolarlo; le aseguró de su amistad sincera, lo exhortó á que continuara en la empresa de salvar la patria con constancia…”

Iglesia de Coyuca de Benítez./ Foto: @Ramón Sierra


Morelos encomendó a Galeana las trincheras del El Veladero, en Acapulco. Los intentos por capturar a Morelos resultaron infructuosos y Armijo, el general español que lo perseguía, decidió abandonar esa tarea y concentrar sus fuerzas en Acapulco: trataba de desalojar al General Hermenegildo del Veladero. A este respecto, a fines de abril, Morelos escribía a don José María Liceaga: “No tengo mucha esperanza que el señor Galeana pueda mantenerse en El Veladero, por tener cortados los víveres y la comunicación conmigo, a causa de haber penetrado el enemigo desde Acapulco hasta cerca de Petatlán, persiguiéndome como setenta leguas”. En efecto, Armijo había llegado a Acapulco, por el punto de Carabalí; de ahí atacó por Pie de la Cuesta. Juan Álvarez se preparaba desde Coyuca y Montes de Oca se hacía fuerte en el Veladero. Galeana atacaba el punto llamado “Cajones” con algún éxito, luego marchó a “La concepción”, pero sin consolidar su ataque.

En el punto llamado La Puerta, los insurgentes trabaron combate con Armijo, logrando rechazarlo. Aquí, Armijo dejó un indulto para Don Hermenegildo, sin sospechar que el héroe de Tecpan sería el último en aceptarlo. “En la noche de ese mismo día, Galeana avanzó sobre el pueblo de Asayac (...) y sorprendió á una compañía de realistas mandados por el capitán Gerónimo Barrientos, subalterno del padre D. Salvador Muñoz, que era el comandante de aquella fuerza(...) los desalojó del cuartel, les tomó un prisionero, tres fusiles, parque, machetes, sables(...) Su sobrino D. Pablo Galeana salió en busca del padre Muñoz, y logró prenderlo á la mañana siguiente, presa que fue muy importante, pues de su boca supo Galeana los planes de Armijo (...) Al día siguiente se situó en un cerrito inmediato al pueblo de Asayac á aguardar al enemigo que atacó con 400 hombres. Resistioles Galeana, pero halló por conveniente retirarse á la huerta de Almolonga(...) Siguió su marcha para Teipam y caminó todo el día y parte de la noche: a las siete de la mañana del siguiente entró en el pueblo acometiendo en derechura á los cuarteles de patriotas (soldados españoles) que había allí, á quienes puso en fuga.”

Con este pequeño contingente, Tata Gildo libró algunas batallas más en las que salió victorioso y aún abrigaba la esperanza de crear un ejército que pudiera restituir el terreno perdido, pero el destino le tendió una trampa cerca de Coyuca, la mañana del 27 de ese mismo fatídico año para la causa de la Independencia. Al pasar el río atacó y derrotó casi solo una emboscada del comandante Avilés: avanzó sobre éste, que iba en fuga, como cosa de tres cuadras; mató siete enemigos y tomó igual número de armas (...) se parapetó el enemigo de unas parotas y comenzó a hacer fuego. Entonces Galeana hizo alto, mandó montar el cañón y continuó la acción sosteniéndose. En ese acto D. Julián Ávila vio que el caballo que montaba estaba herido; éste le dijo que se saliese de las filas y montase en otro para volver á la carga; no lo hizo así, sino que se salió con suma precipitación, y tras de él su escolta; creyó su tropa que este movimiento era de fuga y comenzó a desordenarse, por cuyo motivo cargó el enemigo y con dos partidas, una de caballería y otra de infantería, flanqueó a los americanos y les tomó la retaguardia: dióse parte a Galeana de esta ocurrencia, el cual se hallaba en lo más recio del combate de vanguardia, y no lo quiso creer; (...) mandó á su sobrino D. Pablo Galeana que averiguase y le avisase: de hecho se comprobó la verdad y mandó abandonar el cañón, y que su gente saliese del bosque(...) Encontróse con el enemigo de frente, y con una voz terrible dijo a éste: ¡Aquí está Galeana...!”

“Luego que lo oyeron, dos compañías de infantería le abrieron paso, ¡tanto le formidaban! Avanzó hasta el otro lado del río, reunió a unos cuantos dispersos como pudo, y tornó a la carga. El enemigo estaba situado á la margen del río: avisósele que dos compañías de éste lo pasaban por diferentes puntos para flanquearlo, y entonces comenzó á retirarse poco á poco haciendo fuego al enemigo, que avanzaba en su persecución: ya no pudo, aunque quiso, reunir ningún disperso. Guiaba esta partida de los españoles, un hombre llamado José Oliva, á quien Galeana había hecho mucho bien en Téipan y Zanjón, donde este ingrato residía últimamente; conoció á Galeana, comenzó á llamarlo por su nombre y á avanzar sobre él con su partida; ya casi lo alcanzaba, cuando picando recio al caballo, éste, que era brincador, le dio un gran golpe en la cabeza que le hizo saltar la sangre por la boca y narices que lo atontó; sin embargo, no cayó a tierra sino que se quedó sentado en las ancas muy aturdido. Viéndolo su sobrino en tal estado, lo echó por delante y se quedó á retaguardia con tres dragones y el ayudante D. Pedro Rodríguez, para impedir que avanzase el enemigo, mas este cargó entonces reciamente en términos de tocarse unos a otros. Al pasar Galeana bajo de un huizache, el caballo dio nuevamente otro salto fuerte, y como salía una gran rama del mismo árbol, que atravesaba el camino, se dio contra ella al tiempo de levantar la cabeza para ver a los que lo perseguían, y cayó en tierra. Rodeáronlo catorce dragones, y ninguno osaba apearse para tomarlo; pero Joaquín León, desde su caballo le disparó un carabinazo y le atravesó el pecho. Entonces Galeana, moribundo y agitado de las ansias de la muerte tiró de su espada, que no pudo sacar de la vaina. El mismo dragón consumó su iniquidad, pues se apeó del caballo, le cortó la cabeza, la puso en una lanza, y se volvió con ella en triunfo para el pueblo de Coyuca, que habían abandonado sus moradores teniendo por cierta la entrada de Galeana. El cadáver quedó allí mutilado, y no lo pudo recoger su sobrino porque también cargó sobre él una partida de seis dragones”.

Estos fueron los hechos de un héroe que encontró la muerte en el pueblo del Salitral, hoy Los Cimientos, a escasos ocho kilómetros de la ciudad de Coyuca de Benítez, y que cada año, con fervor, los niños de la escuela “Miguel Hidalgo”, de ese histórico sitio, le rinden homenaje; un día especial recordado por las autoridades de los Ayuntamientos de Tecpan de Galeana y de Coyuca de Benítez, que no pueden pasar desapercibido para rendirle ferviente homenaje al “Gral. Hermenegildo Galeana”; un hombre en quien la valentía era una segunda naturaleza: “…que jamás atacó al enemigo á retaguardia, que era terribilísimo en una acción de guerra; y era, por el contrario, un cordero en los momentos de paz y fuera de la acción. (Como lo dijera don Carlos Ma. de Bustamante, un contemporáneo suyo que lo conoció y luchó a su lado y que escribió los hechos de su muerte): Jamás hizo fusilar á ninguno, aunque tuviese órdenes de hacerlo. Calculaba mucho, principalmente en el calor de la batalla; entonces le ocurrían medidas imposibles al parecer, pero certeras é indefectibles. Si hubiese esperado los auxilios del campo de Atijo, á vuelta de tres meses lanza del sur al general Armijo, y reconquista todo lo perdido (...) Llamábanle Tata Gildo, y lo que él decía se cumplía irrevocablemente y sin repugnancia; á su nombre siempre acompañó como correlativa la idea de un hombre de bien…”

A pocos metros del poblado de Los Cimientos, hasta hace algunos años, existía el viejo árbol en una de cuyas ramas golpeó la cabeza de Galeana —para Carlos María de Bustamante se trataba de un huizache; para los habitantes de Los Cimientos, se trata de un huajorusco); sin embargo, por esos parajes estará también el pedazo de terreno que por casi dos siglos abrigara los restos del héroe sin cabeza, es decir, su tronco debió haber sido enterrado cerca por su sobrino Pablo, porque la cabeza, como se ha dicho par varios historiadores, está enterrada cerca de las escalinatas de la vieja iglesia de Coyuca. En el histórico árbol, siendo gobernador del estado Rubén Figueroa Figueroa, se construyó un pequeño monumento, circundando el árbol, y se colocó una placa alusiva que reza: “En este sitio y en este árbol encontró la muerte uno de los héroes más grandes de la insurgencia mexicana, don Hermenegildo Galeana, el gran ‘Tata Gildo’ de nuestra historia. Coyuca de Benítez Gro., enero – 1977.” El monumento fue destruido por una creciente del río Coyuca y la placa desplazada a algún “arronzadero”. Doña Gabina Hernández Meza (+), vecina de Los Cimientos, se dio a la tarea de buscar la placa que conmemoraba el sitio, la encontró y la conservó para mostrarla a las autoridades que año con año visitan el poblado para rendir homenaje luctuoso a “Tata Gildo”.

El destino quiso que uno de los héroes más destacados de la Guerra de Independencia, tuviera un final trágico; que su espíritu indómito en los campos de batalla y sereno y tranquilo en los remansos de paz, no encontrara reposo ni en la muerte: su cuerpo que cabalgó y blandió el machete costeño en medio del combate, fue separado trágicamente de su cabeza que ideó y fraguó las estrategias que le diera tantas victorias. Su cabeza, que lo caracterizó por ser un hombre noble y leal a sus ideales y a su jefe Morelos aún en los días de ingratitud y traiciones, quedó huérfana del cuerpo que le diera soporte y gallardía. La bella iglesia de Coyuca de Benítez aún observa, frente a sus escalinatas, el sitio donde podría descansar la testa del héroe. Como lo dijera Monseñor Rafael bello Ruiz, arzobispo de Acapulco (+), “solo falta una lápida de mármol adosada en el muro del antiguo templo que tenga grabado este u otro epitafio:

De esta tierra fecunda de la costa brava, de estos terrones por el suelo echados, Hermenegildo y mil de sus soldados subieron vivos a mejor morada”.

Monumento a Galeana, en Los Cimientos./ Foto: @Ramón Sierra

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