/ jueves 10 de noviembre de 2022

El Machete Costeño | El ciclón Tara

Después del paso del ciclón malvado, no quedó nada, todo era pura arena como si nunca hubiera existido ninguna casa

Todo inicia un día viernes como hoy, hace 50 años. Ese día los que iniciábamos nuestro primer año de secundaria acudimos al matiné en el cine guerrero cuya función inició a las 11 de la mañana para beneficio de nuestra escuela secundaria “Juan Caballero Adams”, que todavía era por cooperación de padres de familia. Qué ajena estaba nuestra gente de lo que ocurriría después. Cuando salimos de la función iniciaba la lluvia, como tantas otras, pero esta se fue haciendo más pertinaz y con fuerte viento, sobre todo por la noche hasta hacerse más fuerte como si se vaciara el cielo en toda su magnitud. La casa de mi familia, que aún se encuentra en la calle progreso, siendo de teja, el fuerte viento logró mover el tejado y como a las 11 de la noche empezó a caerse la parte superior de una esquina, la cual era de adobe y nos fuimos a guarecer arriba de una camioneta que mi padre cubrió con una lona.

Panorámica de Tecpan parte sur, 1961./ Foto: Cortesía Ramón Sierra

Todo era oscuridad absoluta, nada más se oían gritos y pisadas de los soldados que pasaban y que ayudaban a las familias a salir con el agua a la cintura a refugiarse en las casas del centro que se encontraban un poco más altas. Antes de este meteoro, jamás nos alarmábamos de los aguaceros que ocurrían en épocas de lluvia, pues desde mi infancia recuerdo que llovía en nuestra Costa Grande de manera generosa. En ocasiones llovía hasta quince días con sus respectivas noches y esto traía sus buenas consecuencias para la agricultura; nuestros ríos de la cota eran majestuosos, ricos en producción de peces. Por ejemplo, en nuestro río tecpaneco, incomparable por esos tiempos, no había niños que desde los 6 años de edad no supieran nadar y moverse como peces en el agua, nuestras madres siempre regañándonos por nuestras ausencias cotidianas, ya que nos encantaba estar siempre bañándonos en el río; y si nosotros lo negábamos nos delataba el enrojecimiento de nuestros ojos, consecuencia de pasar horas y horas nadando y jugando en el río. Los que vivían por la parte norte de la ciudad lo hacían en “La Tambora”, una enorme piedra que existía en esa zona; los que vivíamos por el centro de la ciudad lo hacíamos en “La Peñona” una piedra más chica, en la que jugábamos según nuestras palabras infantiles “a la reinadora”, que consistía en que el mejor era el que permaneciera de pie en la piedra después de una pelea cuerpo a cuerpo entre dos o más niños; en ocasiones ahí quedaban nuestros dientes al resbalarnos y caer en La Peñona. Teníamos otro lugar de juegos que se llamaba El Cantil, esta era una zona profunda de nuestro río, en donde era difícil para nuestros pequeños cuerpos alcanzar el plan (llegar hasta el fondo), aquí se podían pescar grandes peces, entre ellos robalos de gran tamaño, sobre todo con el famoso arpón (flecha metálica), río abajo se encontraba otro sitio para bañarse, la famosa “Chorreada”.

Lo que quedó de la Escuelaa Real./ Foto: Cortesía Ramón Sierra

Pues bien, a partir de ese fatídico día 11 de noviembre de 1961, todo cambió para nosotros, la piedra de La Tambora, La Peñona,la presa con sus escaleras, El Cantil… todo desapareció. El río se alejó hacia el poblado El Súchil, al otro lado del puente; nuestra escuela primaria, a la que llamábamos“Escuela real”, desapareció; quedando únicamente una pared de lo que fue el aula del sexto grado, la cual se llamaba licenciado Benito Juárez, ya que cada aula tenía su nombre. Mi generación fue la última que terminó en este plantel escolar, en cuyo patio central se llevaba a cabo, lunes con lunes, el homenajea nuestra bandera; ahí se realizaban también las clausuras de fin de cursos y nosotros fuimos los últimos en aprovechar este recinto bailando el vals “El Emperador” bajo las instrucciones del entonces muy joven Carlos Domínguez mejor conocido por “Carlitos Riviera” (q.e.d.). Únicamente quedaron los recuerdos de nuestra querida escuela, la cual tenía un terreno muy amplio, era un vergel ya que teníamos bastantes árboles frutales,bello lugar para el recreo de nuestra infancia.

También hubo mucha tristeza con nuestros conciudadanos ya que hubo muchas vidas que se perdieron, familias enteras, cerca de la Escuela real se acababa de instalar gran parte del tercer batallón de infantería el cual tenía algunos meses de haber llegado y como el pueblo era pequeño escuchábamos bien los menesteres del ejército que por medio de su corneta indicaban el inicio de sus actividades. Cabe mencionar que en ese tiempo el presidente de la República era el licenciado Adolfo López Mateos y que su esposa, la primera dama, doña Eva Sámano, acudió personalmente con víveres para auxiliar a la población,siendo recibida por el presidente municipal, don Enrique Ruiz Orbe, quien enfrentó este lamentable acontecimiento de su patria chica.

La calle Reforma, en la parte sur de ciudad./ Foto: Cortesía Ramón Sierra

Donde hoy se encuentra la tienda de abarrotes de Ezequiel Ruiz era la margen del río rodeado por la presa que mencioné antes, existía un amplio lugarque el ejército había acondicionado con mesitas y bancas para jugar “damas chinas”, conversar, leer, conocido como el Casino Militar, ya que ellos instalaron este centro de recreo; más adelante, frente a la hoy papelería escolar de Yadira Armendáriz, se continuaba la famosa presa y a la mitad, donde inicia la calle general Berdeja, frente al centro social “Río Escondido” lugar inolvidable de Anastasio Acosta mejor conocido como “Tacho”, se encontraba la escalera de la presa que nos conducía hacía una playita de arena a un lado unas enormes piedras donde por lo general dejábamos la ropa y las toallas. y así continuando por la presa que se iba haciendo más y más alta, hasta llegar por la casa de don Nino Serna, quien tenía su rastro de carne de res bajo un frondoso árbol de guamúchil en donde era obligado pasar por las tardes a comprar la cecina para asarla, como antes, ensartada en el asador y saborearla con arroz y frijoles sin olvidarnos del delicioso “tustú”. Pues bien, también todo eso desapareció.

En lo particular, por la ocupación de mi familia que eran comerciantes, todos los días se trasladaban a San Luis San Pedro y a San Luis La Loma a vender su mercancía que era la ropa, así que desde temprana edad tenía que ayudarlos los sábados y domingos y en vacaciones, el paso era obligado por el poblado de Nuxco en donde me llamaba la atención una casa comercial que se encontraba antes de llegar al puente, del lado derecho, yendo de Tecpan hacia allá; esa casa siempre tenía movimiento comercial, gente comprando y, además, me llamaba la atención porque estaba bien construida, era de techo de cemento, y había varias casas, como que se veía que estaba más poblado de este lado de Nuxco que menciono: Después del paso de este ciclón malvado, llamado Tara, no quedó nada, todo era pura arena como si nunca hubiera existido ninguna casa… nada. Platicando con el doctor Artemio Sotelo me dijo que un día después del ciclón fue a Nuxco para saber de su tío don Chayo Sotelo y cuál no sería su sorpresa que no existía ni rastro del hogar de su familia y que uno de sus acompañantes le dijo orientándose bien del lugar y con un palo señaló el sitio y dando un golpe en la tierra le dijo “aquí estaba la casa” y al hacer este señalamiento el palo se hundió y sintió que quebró algo yeran las tejas del techo de la casa la cual se encontraba sepultada ante esto escucharon las voces de su familia y en el acto fueron rescatados.

Otro caso muy doloroso fue el de la familia Abarca Texta, quienes los únicos que sobrevivieron de esta terrible catástrofe fueron Miguel Abarca y Lucina Texta “La Niña” (q.e.d.), sus pequeños hijos fallecieron en este diluvio; posteriormente tuvieron más hijos quienes actualmente son padres y madres de familia y buenos ciudadanos tecpanecos. Otra situación dolorosa muy grabada en nuestra gente que ocurrió en la baja serranía de Tecpan entre Corinto y Las Parotas fue la del señor Benito Romero quien vivía con su esposa y sus diez hijos en la margen del río, fueron arrastrados por las fuertes corrientes del río y todos murieron; también una pequeña que estaba de visita salvándose solo una niña y un perrito que pertenecía a la familia. Tristes recuerdos de personas de más edad y que aún están con nosotros ya que en la actualidad tomamos la batuta como los “viejos” de Tecpan.

También aquí en Tecpan, al otro día del ciclón, ya como a las 2 de la tarde parecía que eran las 8 de la mañana pues tardamos varias horas en penumbras y al hacer un recorrido por el zócalo todavía con el agua a la mitad de las piernas pudimos observar varias gaviotas, peces en las calles del centro de laciudad. como si estuviéramos en la playa del mar; en la calle Apolonio Castillos e encontraron granadas de mano, armas y balas que pertenecían al ejército, ya que como dije anteriormente, estaban instalados a un lado de la escuela primaria Hermenegildo Galeana o “Escuela Real”. Toda la gente lamentándose de lo ocurrido y solidarizándose. Yo contaba con catorce años de edad y oía a personas que habían tenido enemistad reconciliándose, los que vendían abarrotes apoyando a los más humildes con arroz, frijoles, en fin, todos los comerciantes y familias en mejor posición se solidarizaron ante esta desgracia. poco a pocos se fue restableciendo nuestra región, platicando con el doctor Artemio Sotelo,me comentó que el ejército desempeñó un brillante papel sobre todo en la coordinación de los servicios médicos trasladándolos a los lugares que requerían atención médica y regresándolos a sus hogares, siendo esta labor de tiempo completo. Cabe mencionar la presencia del doctor Fujiyaqui Lechuga quien desempeñaba el puesto de secretario de Salud en el Estado. Ya restablecido el municipio, fueron llamados los médicos que colaboraron en esta ayuda humanitaria por el general del ejército y les preguntó que si deseaban trabajar en el hospital de Tecpan, a lo cual respondieron ¿cuál hospital? no hay ninguno, e inmediatamente les respondió el general va a haber un hospital aquí, en un mes va a estar funcionando. Y así fue, en un mes ya estaba listo y los médicos tenían ya su plaza muy merecida. Así también el hospital cumplirá en un mes sus 50 años.

Pocos días después surgió un rumor de que en Tecpan iba a ocurrir un grande temblor pronosticado para tal día en la noche así que ni tardos ni perezosos todas las familias tecpanecas sacaron sus catres, de lona, de mecate para dormir en la calle para que no fuéramos a morir aplastados por nuestras viviendas, los catres mencionados ahora son raros y tan frescos que eran sobre todo en las noches cálidas. Pues bien, nosotros, chamacos al fin, nos la pasamos jugando en las calles y como dijera nuestra gente gracias a dios que no pasó nada. después al año siguiente o sea el primer aniversario del “Tara” se le recordó con una velada alrededor del zócalo con vendimias de hojuelas con miel, tacos, tostadas, enchiladas,pozole, pasteles elaborados por doña Beva Iturburu, tal como se hacía antes en la nochebuena. En fin, no cabe duda que en la sangre costeña siempre fluirá esa simpática actitud ante la adversidad. por ejemplo, surgieron frases como “moje dicen los de Nuxco” o refiriéndose a quien destruye todo “ese cabr… se lleva melgas y camellones”.

En la actualidad esto lo recordamos los que fuimos adolescentes en ese tiempo. Ojalá y nunca vuelva a ocurrir esta desgracia, porque es muy dolorosa y difícil de olvidar para los que vivimos en carne propia este suceso. Nuestro perenne recuerdo tanto para las vidas que se extinguieron como para los que actuaron con valentía y aun a costa de su vida ayudaron sin esperar ninguna recompensa material sino con la única satisfacción de haber servido a su pueblo.

Todo inicia un día viernes como hoy, hace 50 años. Ese día los que iniciábamos nuestro primer año de secundaria acudimos al matiné en el cine guerrero cuya función inició a las 11 de la mañana para beneficio de nuestra escuela secundaria “Juan Caballero Adams”, que todavía era por cooperación de padres de familia. Qué ajena estaba nuestra gente de lo que ocurriría después. Cuando salimos de la función iniciaba la lluvia, como tantas otras, pero esta se fue haciendo más pertinaz y con fuerte viento, sobre todo por la noche hasta hacerse más fuerte como si se vaciara el cielo en toda su magnitud. La casa de mi familia, que aún se encuentra en la calle progreso, siendo de teja, el fuerte viento logró mover el tejado y como a las 11 de la noche empezó a caerse la parte superior de una esquina, la cual era de adobe y nos fuimos a guarecer arriba de una camioneta que mi padre cubrió con una lona.

Panorámica de Tecpan parte sur, 1961./ Foto: Cortesía Ramón Sierra

Todo era oscuridad absoluta, nada más se oían gritos y pisadas de los soldados que pasaban y que ayudaban a las familias a salir con el agua a la cintura a refugiarse en las casas del centro que se encontraban un poco más altas. Antes de este meteoro, jamás nos alarmábamos de los aguaceros que ocurrían en épocas de lluvia, pues desde mi infancia recuerdo que llovía en nuestra Costa Grande de manera generosa. En ocasiones llovía hasta quince días con sus respectivas noches y esto traía sus buenas consecuencias para la agricultura; nuestros ríos de la cota eran majestuosos, ricos en producción de peces. Por ejemplo, en nuestro río tecpaneco, incomparable por esos tiempos, no había niños que desde los 6 años de edad no supieran nadar y moverse como peces en el agua, nuestras madres siempre regañándonos por nuestras ausencias cotidianas, ya que nos encantaba estar siempre bañándonos en el río; y si nosotros lo negábamos nos delataba el enrojecimiento de nuestros ojos, consecuencia de pasar horas y horas nadando y jugando en el río. Los que vivían por la parte norte de la ciudad lo hacían en “La Tambora”, una enorme piedra que existía en esa zona; los que vivíamos por el centro de la ciudad lo hacíamos en “La Peñona” una piedra más chica, en la que jugábamos según nuestras palabras infantiles “a la reinadora”, que consistía en que el mejor era el que permaneciera de pie en la piedra después de una pelea cuerpo a cuerpo entre dos o más niños; en ocasiones ahí quedaban nuestros dientes al resbalarnos y caer en La Peñona. Teníamos otro lugar de juegos que se llamaba El Cantil, esta era una zona profunda de nuestro río, en donde era difícil para nuestros pequeños cuerpos alcanzar el plan (llegar hasta el fondo), aquí se podían pescar grandes peces, entre ellos robalos de gran tamaño, sobre todo con el famoso arpón (flecha metálica), río abajo se encontraba otro sitio para bañarse, la famosa “Chorreada”.

Lo que quedó de la Escuelaa Real./ Foto: Cortesía Ramón Sierra

Pues bien, a partir de ese fatídico día 11 de noviembre de 1961, todo cambió para nosotros, la piedra de La Tambora, La Peñona,la presa con sus escaleras, El Cantil… todo desapareció. El río se alejó hacia el poblado El Súchil, al otro lado del puente; nuestra escuela primaria, a la que llamábamos“Escuela real”, desapareció; quedando únicamente una pared de lo que fue el aula del sexto grado, la cual se llamaba licenciado Benito Juárez, ya que cada aula tenía su nombre. Mi generación fue la última que terminó en este plantel escolar, en cuyo patio central se llevaba a cabo, lunes con lunes, el homenajea nuestra bandera; ahí se realizaban también las clausuras de fin de cursos y nosotros fuimos los últimos en aprovechar este recinto bailando el vals “El Emperador” bajo las instrucciones del entonces muy joven Carlos Domínguez mejor conocido por “Carlitos Riviera” (q.e.d.). Únicamente quedaron los recuerdos de nuestra querida escuela, la cual tenía un terreno muy amplio, era un vergel ya que teníamos bastantes árboles frutales,bello lugar para el recreo de nuestra infancia.

También hubo mucha tristeza con nuestros conciudadanos ya que hubo muchas vidas que se perdieron, familias enteras, cerca de la Escuela real se acababa de instalar gran parte del tercer batallón de infantería el cual tenía algunos meses de haber llegado y como el pueblo era pequeño escuchábamos bien los menesteres del ejército que por medio de su corneta indicaban el inicio de sus actividades. Cabe mencionar que en ese tiempo el presidente de la República era el licenciado Adolfo López Mateos y que su esposa, la primera dama, doña Eva Sámano, acudió personalmente con víveres para auxiliar a la población,siendo recibida por el presidente municipal, don Enrique Ruiz Orbe, quien enfrentó este lamentable acontecimiento de su patria chica.

La calle Reforma, en la parte sur de ciudad./ Foto: Cortesía Ramón Sierra

Donde hoy se encuentra la tienda de abarrotes de Ezequiel Ruiz era la margen del río rodeado por la presa que mencioné antes, existía un amplio lugarque el ejército había acondicionado con mesitas y bancas para jugar “damas chinas”, conversar, leer, conocido como el Casino Militar, ya que ellos instalaron este centro de recreo; más adelante, frente a la hoy papelería escolar de Yadira Armendáriz, se continuaba la famosa presa y a la mitad, donde inicia la calle general Berdeja, frente al centro social “Río Escondido” lugar inolvidable de Anastasio Acosta mejor conocido como “Tacho”, se encontraba la escalera de la presa que nos conducía hacía una playita de arena a un lado unas enormes piedras donde por lo general dejábamos la ropa y las toallas. y así continuando por la presa que se iba haciendo más y más alta, hasta llegar por la casa de don Nino Serna, quien tenía su rastro de carne de res bajo un frondoso árbol de guamúchil en donde era obligado pasar por las tardes a comprar la cecina para asarla, como antes, ensartada en el asador y saborearla con arroz y frijoles sin olvidarnos del delicioso “tustú”. Pues bien, también todo eso desapareció.

En lo particular, por la ocupación de mi familia que eran comerciantes, todos los días se trasladaban a San Luis San Pedro y a San Luis La Loma a vender su mercancía que era la ropa, así que desde temprana edad tenía que ayudarlos los sábados y domingos y en vacaciones, el paso era obligado por el poblado de Nuxco en donde me llamaba la atención una casa comercial que se encontraba antes de llegar al puente, del lado derecho, yendo de Tecpan hacia allá; esa casa siempre tenía movimiento comercial, gente comprando y, además, me llamaba la atención porque estaba bien construida, era de techo de cemento, y había varias casas, como que se veía que estaba más poblado de este lado de Nuxco que menciono: Después del paso de este ciclón malvado, llamado Tara, no quedó nada, todo era pura arena como si nunca hubiera existido ninguna casa… nada. Platicando con el doctor Artemio Sotelo me dijo que un día después del ciclón fue a Nuxco para saber de su tío don Chayo Sotelo y cuál no sería su sorpresa que no existía ni rastro del hogar de su familia y que uno de sus acompañantes le dijo orientándose bien del lugar y con un palo señaló el sitio y dando un golpe en la tierra le dijo “aquí estaba la casa” y al hacer este señalamiento el palo se hundió y sintió que quebró algo yeran las tejas del techo de la casa la cual se encontraba sepultada ante esto escucharon las voces de su familia y en el acto fueron rescatados.

Otro caso muy doloroso fue el de la familia Abarca Texta, quienes los únicos que sobrevivieron de esta terrible catástrofe fueron Miguel Abarca y Lucina Texta “La Niña” (q.e.d.), sus pequeños hijos fallecieron en este diluvio; posteriormente tuvieron más hijos quienes actualmente son padres y madres de familia y buenos ciudadanos tecpanecos. Otra situación dolorosa muy grabada en nuestra gente que ocurrió en la baja serranía de Tecpan entre Corinto y Las Parotas fue la del señor Benito Romero quien vivía con su esposa y sus diez hijos en la margen del río, fueron arrastrados por las fuertes corrientes del río y todos murieron; también una pequeña que estaba de visita salvándose solo una niña y un perrito que pertenecía a la familia. Tristes recuerdos de personas de más edad y que aún están con nosotros ya que en la actualidad tomamos la batuta como los “viejos” de Tecpan.

También aquí en Tecpan, al otro día del ciclón, ya como a las 2 de la tarde parecía que eran las 8 de la mañana pues tardamos varias horas en penumbras y al hacer un recorrido por el zócalo todavía con el agua a la mitad de las piernas pudimos observar varias gaviotas, peces en las calles del centro de laciudad. como si estuviéramos en la playa del mar; en la calle Apolonio Castillos e encontraron granadas de mano, armas y balas que pertenecían al ejército, ya que como dije anteriormente, estaban instalados a un lado de la escuela primaria Hermenegildo Galeana o “Escuela Real”. Toda la gente lamentándose de lo ocurrido y solidarizándose. Yo contaba con catorce años de edad y oía a personas que habían tenido enemistad reconciliándose, los que vendían abarrotes apoyando a los más humildes con arroz, frijoles, en fin, todos los comerciantes y familias en mejor posición se solidarizaron ante esta desgracia. poco a pocos se fue restableciendo nuestra región, platicando con el doctor Artemio Sotelo,me comentó que el ejército desempeñó un brillante papel sobre todo en la coordinación de los servicios médicos trasladándolos a los lugares que requerían atención médica y regresándolos a sus hogares, siendo esta labor de tiempo completo. Cabe mencionar la presencia del doctor Fujiyaqui Lechuga quien desempeñaba el puesto de secretario de Salud en el Estado. Ya restablecido el municipio, fueron llamados los médicos que colaboraron en esta ayuda humanitaria por el general del ejército y les preguntó que si deseaban trabajar en el hospital de Tecpan, a lo cual respondieron ¿cuál hospital? no hay ninguno, e inmediatamente les respondió el general va a haber un hospital aquí, en un mes va a estar funcionando. Y así fue, en un mes ya estaba listo y los médicos tenían ya su plaza muy merecida. Así también el hospital cumplirá en un mes sus 50 años.

Pocos días después surgió un rumor de que en Tecpan iba a ocurrir un grande temblor pronosticado para tal día en la noche así que ni tardos ni perezosos todas las familias tecpanecas sacaron sus catres, de lona, de mecate para dormir en la calle para que no fuéramos a morir aplastados por nuestras viviendas, los catres mencionados ahora son raros y tan frescos que eran sobre todo en las noches cálidas. Pues bien, nosotros, chamacos al fin, nos la pasamos jugando en las calles y como dijera nuestra gente gracias a dios que no pasó nada. después al año siguiente o sea el primer aniversario del “Tara” se le recordó con una velada alrededor del zócalo con vendimias de hojuelas con miel, tacos, tostadas, enchiladas,pozole, pasteles elaborados por doña Beva Iturburu, tal como se hacía antes en la nochebuena. En fin, no cabe duda que en la sangre costeña siempre fluirá esa simpática actitud ante la adversidad. por ejemplo, surgieron frases como “moje dicen los de Nuxco” o refiriéndose a quien destruye todo “ese cabr… se lleva melgas y camellones”.

En la actualidad esto lo recordamos los que fuimos adolescentes en ese tiempo. Ojalá y nunca vuelva a ocurrir esta desgracia, porque es muy dolorosa y difícil de olvidar para los que vivimos en carne propia este suceso. Nuestro perenne recuerdo tanto para las vidas que se extinguieron como para los que actuaron con valentía y aun a costa de su vida ayudaron sin esperar ninguna recompensa material sino con la única satisfacción de haber servido a su pueblo.

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