Por su simpatía y el gusto por la cerveza se convirtió en íícono del puerto de Acapulco, dándole fama a nivel nacional e internacional.
La visita a la isla La Roqueta, era una de las actividades que todo turista debía hacer al llegar al puerto, para tomarse la foto dándole de beber cerveza al burro que era patrimonio de la Nación.
El presidente de la Federación de Cámaras Nacionales de Comercio del Estado de Guerrero, Alejandro Martínez Sidney, cuenta que este ejemplar fue llevado para transportar el diésel que alimentaba al motor que encendía durante la noche el faro de la isla La Roqueta.
Pero no se trataba de un borrico cualquiera, pues fue adquirido por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), por tanto, era un bien de la Nación y estaba bajo el resguardo del farero.
Se suponía que sus cuidadores tenían la obligación de proveerle agua y alimentación, pero en los hechos no fue así, lo que ocasionó que el noble animal bajara a la playa en busca de agua para hidratarse y un poco de comida que dejaban los paseantes.
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Aunque existen varias versiones de cómo el burro se convirtió en "chelero", la anécdota más creíble fue la de que un chilango visitó la isla La Roqueta, bien abastecido de cervezas y como ya iba "un poco entonado", observó al noble animal acercarse y quizá por la sed, le lamio la cerveza. Entonces le dio un trago, que apuró el jumento y ya no se movió hasta que el chilango le dio a beber otra porción.
La extraña pareja llamó la atención de otros turistas y a "alguien" le pareció gracioso que le dieran de beber cerveza al burro, por lo que sin pensarlo tomó su cámara fotográfica y captó el momento en que el animal apuraba la bebida embriagante, sin saber que lo estaba inmortalizando.
Es evidente que cuando la fotografía se hizo pública, fue tal el impacto, que se convirtió en tema de conversación y traspasó fronteras, convirtiéndose pronto en un atractivo más del puerto de Acapulco.
Pronto el jumento fue el más visitado; los prestadores de servicios turísticos y propietarios de las lanchas de fondo de cristal, no se daban abasto para llevar a los turistas, que al pisar la isla lo primero que buscaban era al burro.
La fama del cuadrúpedo perduró durante las décadas de los años 70's, 80's y 90's, aunque hay que decir que fueron más de un burro borracho, porque al morir el primero era sustituido por otro, hasta que la SCT modernizo el encendido del faro, al cambiar el diésel por paneles solares y ya no tuvo utilidad el animal.
Sin embargo, el burro “chelero” se volvió tan famoso, que era obligado al llegar al puerto, embarcarse a la isla, donde los turistas nacionales e internacionales lo primero que hacían era sacarse una foto dando de beber cerveza al animal.
La historia del Burro de La Roqueta, tuvo su punto final con “Julio”, según cuentan algunos viejos lancheros, que fue el último de los burros famosos de la isla, el cual fue donado y hay versiones de que con sus últimos dueños sufrió maltrato hasta morir.
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Cabe destacar que la Asociación Pro Defensa y Conservación de la Isla La Roqueta, A. C., que preside la ambientalista Robin Sidney, realizó gestiones para recuperar este atractivo y fue el ex gobernador Angel Aguirre Rivero, quien atendió el llamado y donó una mula que fue llamada "Coqueta", que no fue lo mismo, y aunque ya es alcohólica, no llamó la atención como el legendario Burro de La Roqueta.
El ex regidor Javier Morlet Macho, contó que hubo una ocasión en que la isla estuvo a punto de quedarse sin sus famosos burros que beben cerveza, pues resulta que trascendió que tenían historia de tener comportamientos agresivos al estar bajo los influjos de la bebida y cometían daños, hasta el punto que la Semarnat interpuso una denuncia para que fueran trasladados al zoológico de Chilpancingo.
Se disponían a cumplimentar la orden de traslado, cuando la Capitanía del Puerto intervino para ordenar su inmediata liberación, cuando ya estaban listos dos catamaranes para llevarlos a la playa Caleta, donde los esperaba un transporte del Parque Zoochilpan; además intervino en su defensa el personal de la Secretaría de Marina, encargada de la vigilancia del islote de La Roqueta.
También el responsable del funcionamiento del faro de la isla, Benedicto Bravo, un trabajador de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, avaló la conducta laboral de los tres asnos y pidió que se los devolvieran, porque se encargaban de transportar el diésel que utilizaba la señal de luz para los navegantes.
El caso es que no se los llevaron y La Roqueta siguió teniendo su mayor atractivo: sus "burros borrachos", hasta que llegó el final y quedó la nostalgia de esa época en que Acapulco, fue un atractivo turístico internacional, por estos nobles ejemplares adictos a la cerveza.