Un estudio ha demostrado que las tortugas gigantes de Galápagos, especie emblemática del archipiélago ecuatoriano, presentan resistencias a los antibióticos asociadas a las actividades humanas, informó este lunes la Fundación Charles Darwin.
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La investigación fue desarrollada por científicos de la Fundación, el Zoológico de Saint Louis, el Centro de Investigación en Sanidad Animal (INIA-CISA), la Universidad Complutense y la Universidad Europea de Madrid, en conjunto con la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG) y será publicada en su próximo volumen de septiembre por la revista Environmental Pollution.
Los resultados demostraron que las tortugas que comparten el hábitat con asentamientos humanos (zonas agrícolas, urbanas y turísticas), presentan una mayor cantidad de bacterias resistentes a los antibióticos, mientras que las que viven en zonas remotas y sin interacción con el hombre, como es el volcán Alcedo en la isla Isabela, ofrecen menos resistencias.
El estudio se basó en las muestras fecales de 270 tortugas gigantes en Santa Cruz y Alcedo.
Análisis genéticos
Los análisis consistieron en la búsqueda de un total de 21 genes que codifican resistencia a ocho clases diferentes de antibióticos, utilizados habitualmente en medicina humana y veterinaria, así como promotores de crecimiento en los animales de granja.
"Las resistencias a los antibióticos se están extendiendo por todo el mundo, causando una pandemia invisible que compromete la salud y el tratamiento de las enfermedades humanas y animales", indicó la primera autora del trabajo, Ainoa Nieto, investigadora principal de la Fundación Charles Darwin y del Instituto de Medicina de la Conservación del Zoológico de Saint Louis (ICM).
La investigación se enmarca en los trabajos que se llevan a cabo en todo el mundo para comprender mejor los orígenes, la transmisión y las consecuencias asociadas a la presencia de estas "súper bacterias".
"La pandemia de Covid-19 ha incrementado el uso de antibióticos y, en consecuencia, la aparición de bacterias resistentes en todo el mundo", subraya Nieto.
La autora indica que la estrecha convivencia entre animales y seres humanos crea el "escenario perfecto para que las bacterias resistentes entren en contacto con las especies silvestres y contaminen su hábitat, perpetuando el ciclo de transmisión de resistencias".