/ miércoles 9 de agosto de 2023

Doña Evelia ve pasar la vida desde su puesto de venta de mangos

Todos los días toma su carretilla y busca el mejor lugar para ofrecer la fruta a los peatones en el bulevar Vicente Guerrero

Un ejemplo de perseverancia es el que da doña Evelia García, quien todos los días empuja su carretilla por las calles para vender mango preparado y sacar para su sustento.

Es una mujer, que a pesar de su frágil figura, sale temprano de su hogar en la colonia Postal y con su carretilla con fruta, recorre el bulevar Vicente Guerrero.

Consciente que la competencia es dura, pues en su ruta de trabajo abundan los puestos de fruta, no se arredra y busca el mejor lugar en la carpeta de asfalto para vender.

Lee también: Sus ojos perdieron la luz, pero su voz le da de comer

En ésta ocasión lo hace a la sombra de uno de los pocos árboles que aún no sucumben ante el concreto, ahí prepara sus mangos y exhibe el resto de la fruta que lleva para ofrecer a los transeúntes.

Doña Evelia, mientras espera paciente al primer cliente, dice que nació en Ometepec, de ahí se vino al puerto de Acapulco, siendo niña.

Aunque no revela su edad, los años se le han acumulado, pero esto no le inmuta y ve solo el presente, ganándose la vida vendiendo mangos.

Reconoce que es muy poca su ganancia, pues cuando es un buen día saca cien pesos, ese dinero lo divide para comprar fruta y el excedente es para cubrir sus gastos.

Vivo sólita, nadie me espera en casa, así que de aquí voy al mercado a comprar la fruta que voy a vender mañana, dice finalmente esta guerrera que vive de su esfuerzo cotidiano.

Un ejemplo de perseverancia es el que da doña Evelia García, quien todos los días empuja su carretilla por las calles para vender mango preparado y sacar para su sustento.

Es una mujer, que a pesar de su frágil figura, sale temprano de su hogar en la colonia Postal y con su carretilla con fruta, recorre el bulevar Vicente Guerrero.

Consciente que la competencia es dura, pues en su ruta de trabajo abundan los puestos de fruta, no se arredra y busca el mejor lugar en la carpeta de asfalto para vender.

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En ésta ocasión lo hace a la sombra de uno de los pocos árboles que aún no sucumben ante el concreto, ahí prepara sus mangos y exhibe el resto de la fruta que lleva para ofrecer a los transeúntes.

Doña Evelia, mientras espera paciente al primer cliente, dice que nació en Ometepec, de ahí se vino al puerto de Acapulco, siendo niña.

Aunque no revela su edad, los años se le han acumulado, pero esto no le inmuta y ve solo el presente, ganándose la vida vendiendo mangos.

Reconoce que es muy poca su ganancia, pues cuando es un buen día saca cien pesos, ese dinero lo divide para comprar fruta y el excedente es para cubrir sus gastos.

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