Se extinguió la vida del músico y heredero del icónico hotel Flamingos, Adolfo Santiago González, a consecuencia de la enfermedad y la vejez.
La noticia caló entre sus conocidos, que difundieron la partida al otro plano de este gran personaje, a través de las redes sociales y fue así como trascendió su muerte el pasado miércoles.
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"Fito", como era conocido en aquella época de Oro, cuando el puerto de Acapulco empezó a surgir como el destino turístico más importante de México y el mundo, fue oriundo de San Miguel Tlacamama, Oaxaca, de donde viajó a este destino de playa, siendo aún un niño, sin imaginar que sería el heredero de ese histórico Hotel Los Flamingos, escondite de aquella legendaria Pandilla de Hollywood.
Según cuentan quienes tuvieron trato con él, vino al puerto de Acapulco en 1949 para ser sometido a un tratamiento médico por descalcifación y para pagárselo tuvo que buscar trabajo de lo que fuera.
Gracias a un pariente obtuvo trabajo como vendedor de refrescos y mariscos en aquellas playas de Caleta y Caletilla, visitadas por John Fitzgerald Kennedy y su recién desposada Jacqueline Bouvier que se convertiría años más tarde en Jackie Kennedy.
Adolfo irradiaba simpatía y fue así como entabló amistad con los turistas extranjeros, que llegaban al puerto escapando de la selva de concreto, principalmente las leyendas del cine norteamericano, que se admiraban por las bellezas naturales de una ciudad en vías de desarrollo.
La “Pandilla de Hollywood”
Fue este paisaje que animó a los actores hollywoodense John Wayne, Johnny Weissmuller, Errol Flyn, Richard Widmark, Cary Grant, Tyrone Power, Rex Allen, Roy Rogers, Red Skelton y Fred McMurray formar una sociedad y se hicieron de una propiedad a mediados de los años cuarenta.
Se trataba de un terreno virgen que estaba en lo alto de un cerro y colindaba con peligrosos acantilados, pero ofrecía una belleza extraordinaria del Pacífico y de Caleta y Caletilla, lo que derivó en la construcción de un hotel.
La “Pandilla de Hollywood” invirtió en la construcción del hotel Los Flamingos y fue su escondite perfecto para organizar sus fiestas fastuosas cuando venían a Acapulco, fue cuando aquel oaxaqueño atrajo la atención de Johnny Weissmuller, nadador olímpico e intérprete del célebre personaje Tarzán, Rey de Los Monos.
Este lo invitó a trabajar a la propiedad de los artistas como mozo de limpieza, mostrando dedicación y lo hacía cantando, lo hacía tan bien, que los actores de Hollywood le regalaron una guitarra y le hicieron renacer en Adolfo su otro gran amor: la música.
Con el paso de los años formó el trío Los Vagabundos para retomar su gran cariño por las canciones, aunada a la experiencia acumulada y la herencia musical de su padre, así como los recuerdos de la infancia, convirtiendo en un atractivo sus actuaciones en el hotel Flamingos.
Adolfo con el paso de los años, empezó a perder a los integrantes de esa pléyade de actores que se fueron de Acapulco, quedando únicamente Weissmuller, a quien cuidó durante los últimos años de su existencia, tras dos derrames cerebrales que literalmente lo dejaron en estado casi vegetativo.
Entonces asumió la función de gerente del hotel Los Flamingos, donde empezó como mozo de limpieza y 30 años después asumió el compromiso de sacar adelante esa hospedería de enorme tradición en el llamado Acapulco Tradicional.
A la muerte del nadador olímpico y actor hollywoodense, Johnny Weissmuller, ocurrida un 20 de enero de 1984, “Fito” recibió en herencia El hotel Los Flamingos.
Sus últimos días lo agobió la enfermedad, además del enorme dolor de haber perdido a su hijo Adolfo, hasta que “Fito” le rindió cuentas al creador, con él se fueron grandes historias de aquel Acapulco que surgió por el amor eterno que le tuvieron diversas personalidades de la farándula estadounidense y de la epoca de oro del cine mexicano.