Hombre de trabajo, don Arturo amanece con el alba y termina con el ocaso, siempre en busca de emprender en nuevos negocios para poder subsistir.
Ubicado en la glorieta del Fraccionamiento de Costa Azul, este emprendedor colocó una mesa de madera para vender desde aceite de coco, dulce elaborado del mismo producto, cremas y otros derivados, que ofrece a los vecinos.
Sin ocultar su origen humilde, don Arturo, amable, atiende la entrevista, pero sin dejar de acomodar sus productos, refiere que su padre le enseñó a ganarse la vida desde pequeño.
Orgulloso presume que le dio estudios, hasta que se título de abogado, pero nunca dejó de dedicarse al comercio, pues lo mismo vende cocos o sus derivados, cien por ciento natural, en Costa Azul.
El que se anda quejando que no hay trabajo, es porque no le gusta trabajar, porque oportunidades sobran y no es necesario contratarse con algún despacho o empresa, dijo.
En su caso, precisa que su actividad le ha permitido sacar adelante a su familia, pero eso sí, se despierta con los primeros rayos del sol y se retira cuando anochece.
Don Arturo, aseguró que no es ningún delito el salir a las calles a vender, porque lo único que hace es ganarse la vida honradamente y llevar el alimento a su familia.
Enseguida atiende a potenciales clientes y da por terminada la entrevista, pero cómo él, son decenas de hombres y mujeres que diariamente salen a las calles a ejercer el comercio informal, que en los últimos meses es una actividad que ha ido en aumento por la falta de empleo formal en el puerto de Acapulco.