Costa Rica recuperó 1,305 piezas arqueológicas de cerámica y lítica de gran valor histórico que fueron exportadas por el empresario del ferrocarril Minor Keith entre finales del siglo XIX y principios del XX.
El Museo Nacional costarricense realizó la segunda repatriación- la primera fue en el 2011 con la entrega de 981 piezas- desde el Museo de Brooklyn, Estados Unidos, que permiten completar la colección nacional.
"Es una manera de recuperar parte de la historia (....) La primera legislación que protege el patrimonio arqueológico se da hasta 1938. Entonces, cuando Minor Keith saca las piezas entre 1870 y 1910 con la construcción del ferrocarril al Atlántico, lo hace de forma muy natural por vía marítima porque se va con maquinaria u otras cosas y no era algo de lo que se tenía control", explicó la arqueóloga del departamento de Protección del Patrimonio, Daniela Meneses.
El conjunto está compuesto por piezas de cerámica y lítica (piedra) de varias regiones del país, pero principalmente de la zona central, entre las que destacan una lápida de aproximadamente 120 kilos, una metate zoomorfo, un prisionero de guerra, así como gran variedad de vasijas, hachas, cinceles, lanzas, jarrones, utensilios domésticos, entre otros.
Cada una de las piezas tiene que ser verificada, se les debe realizar un proceso de limpieza, y algunas de restauración, además de valorizar, revisar, e incluirla en un registro para su catalogación. Posteriormente estarán a disposición del museo para futuras exposiciones y muestras, así como para investigadores y estudios.
Recuperación histórica
Las autoridades estiman que la colección de Minor Keith podría llegar a ser de 16,000 piezas precolombinas. Sin embargo, no hay un inventario, por lo que podría existir la posibilidad de que hayan otros materiales como oro y jade dentro de la serie.
Un informe del Departamento de Protección del Patrimonio indica que la colección se mantuvo junta hasta 1914 cuando una parte fue prestada al Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, otra fue vendida o donada al Museo del Indio Americano, Fundación Heye y al Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsonian y luego de la muerte de Keith su esposa donó objetos al Museo de Brooklyn, mientras que otros fueron comprados en 1934.
Entre algunas de las obras más características se encuentra una lápida inconclusa. En el lado izquierdo tiene una figura zoomorfa y a la derecha se puede ver el desgaste que llevaba la pieza para poder hacer los detalles.
También resalta la figura de un prisionero en piedra con las manos atadas hacia atrás, pero lo inusual es que el rostro está de medio lado y tiene una expresión de dolor algo que, de momento, no ha sido visto por lo que es "muy interesante y especial", dijo Meneses.
En el caso de la cerámica, existe una vasija que es la más grande con una representación antropomorfa en el cuerpo. Estas figuras son típicas de la época y posiblemente era utilizada para almacenar agua o granos.
"La colección que ingresa es muy diversa tanto a nivel de formas de los recipientes como de regiones, hay del Caribe Central pero otras vienen del sur y del noroeste (Pacífico norte), que nos dan aspectos científicos valiosos a la hora de investigar. Hay recipientes sencillos y pequeños que aproximadamente fueron elaborados entre 300 y 500 d.C", indicó el arqueólogo Javier Fallas.
Esta segunda entrega, que se realizó con presupuesto del Museo Nacional, costó 23 millones de colones (38,000 dólares) y contó con la colaboración del Museo de Brooklyn para el embalaje de los objetos. El retorno fue concretado a finales del 2020 luego de tres años de conversaciones para detallar aspectos técnicos.
La repatriación fue ejecutada gracias a la voluntad del Museo de Brooklyn y no por un proceso judicial, ya que los objetos habían salido del país cuando no existía una legislación para proteger el patrimonio.