"Toreando" los vehículos o caminando por la costera Miguel Alemán, Ricardo se gana la vida vendiendo bolsitas de pistaches para mantener a su familia.
Se trata de un hombre de habilidad de palabra, que diariamente sale a rifársela como vendedor ambulante, oficio que abrazó después de perder su empleo por la pandemia del Covid-19.
Originario de la ciudad de Iguala y avencindado en Chilpancingo, se desempeñó en el área de relaciones públicas, pero por la pandemia perdió su trabajo.
Sin embargo, conoció a unas personas que le enseñaron el oficio de vender bolsitas de pistaches, de diez y veinte pesos en las calles del puerto de Acapulco.
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Empecé en el semáforo que está por el periódico El Sol de Acapulco, ahí esquivó los automóviles para poder ofrecer las bolsitas de pistaches, a veces me compran y otras no, explicó Ricardo.
Con el paso de los meses se compró una cartulina de color naranja y con letras grandes escribió la promoción de su producto, idea que le generó más clientela.
Pero cuando las cosas no le pintan, decidió probar suerte recorriendo la costera y fue así como abrió otra ruta de trabajo, que le permite vender más bolsitas de pistaches.
Reconoce que es algo pesado su trabajo, porque tiene que caminar desde playa Hornos hasta las Torres Gemelas, pero el sacrificio bien vale la pena.
Precisó que con sus ganancias paga la renta y alcanza para el sustento de su familia, "no pienso siempre dedicarme a vender pistaches, porque espero volver a ser publirelacionista, nada más que de me dé una oportunidad".
¿Gusta una bolsita de pistaches?
-Sí, gracias...
No, son diez pesos...
--Ahhh, si, aquí están. Gracias.