Con la mirada nublada y los oídos a medio escuchar, don Serafín González a sus 98 años de edad continúa trabajando para poder sobrevivir y entretenerse.
Diariamente él tiende su mercancía en la banqueta que se ubica afuera de una compañía de telefonía, frente al IMSS ubicado en la avenida Cuauhtémoc.
Vestido con pantalón y camisa manga larga a cuadros con sus huaraches cruzados y bien peinado vende desde las 9:00 de la mañana a tres o cuatro de la tarde.
Sentado en el piso o en unas cajas de jitomate en dónde coloca una bolsa que en su interior tiene varias bolsas más para sentirse un poco cómodo.
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Pulseras, carteras, cinturones de piel, sombreros, destapadores y cacahuates son los que ofrece a los peatones que transitan por el lugar, sus precios van desde los 30 a 250 pesos.
Originario de Uruapan llegó al puerto de Acapulco a la edad de 5 años, donde recordó que el puerto no tenía gran núcleo poblacional sin tantas casas y cuando antes se adquirían los terrenos a bajos costos y se construía con poco dinero.
Actualmente vive en la colonia la Laja, donde utiliza el transporte público para trasladarse, cuando obtiene buenas ventas, se va en taxi, de lo contrato en camión.
Don Serafin tuvo 12 hijos; 7 de hombres y 5 mujeres, muchos nietos y bisnietos quienes viven en Estados Unidos de América. Sin saber que enfermedad tiene exactamente en sus ojos, ya se dio por vencido ante miles de tratamientos que ha llevado, de gotas y pastillas.
“Me sale mucha lagaña, pero dejo que se me pongan duras y ya luego yo me las quito, ya no veo cómo antes, antes veía a la gente de lejos, ya gastamos en médicos y no alivian, esta jodida la cosa ya no me llevan ya para qué como quiera sigo igual, además con tantas cajas de pastilla que te dan no sabes cuál debes tomarte”.
Don Serafin a pesar de sus casi 100 años tiene una memoria tan lucida que recuerda cada gran parte de su pasado con sus hermanos e hijos.
Por muchos años él se dedicó a vender tableros con Aztecas en la zona turística de Acapulco donde gracias a las compras del turismo extranjero él sacó a sus hijos adelante.
“Yo fui el primero que vendió eso aquí, los traía de Puebla, vendí mucho cuando había mucha gabachada desde Caleta hasta playa Revolcadero, ahora no hay nada de eso”.
Para él es muy importante la frase célebre de Benito Juárez: El respeto al derecho ajeno es La Paz, la cual pone en práctica siempre.