No sólo los artistas y poetas se esmeran en responder a esta pregunta. Los neurocientíficos están efectuando grandes avances en el conocimiento de ese enigma denominado sueño. Han descubierto, entre otras cosas, que lo que soñamos no sólo está determinado por el ambiente y la dieta, sino por nuestro sexo.
Investigadores de la Universidad de California, en Los Ángeles, Estados Unidos, han relacionado la dieta con las necesidades de sueño, concluyendo que las especies que basan su alimentación en la carne duermen más y los herbívoros lo hacen menos. Además, se ha comprobado que los animales que duermen menos no lo hacen con más profundidad que los que descansan más.
Dormilones y siempre despiertos
Las diferencias de género también se reflejan en los sueños, de acuerdo a otro estudio de científicos de la Universidad de Mannheim, en Alemania, que hallaron que las mujeres suelen soñar con temas similares entre ellas, lo cual también sucede entre los hombres, aunque ambos sexos difieren en los asuntos de sus sueños.
Ambos géneros presentan un promedio de cinco sueños por noche, pero "los sueños de las mujeres contienen emociones más explícitas, sobre todo relacionadas con lo familiar, y suelen referirse a lugares interiores, los objetos de la casa y la ropa", según los expertos germanos.
En cambio los sueños de ellos acostumbran situarse en espacios exteriores y desconocidos. Asimismo, en los sueños masculinos aparecen con frecuencia “la agresión física, las armas y la sexualidad, así como autos, carreteras, herramientas y es habitual que ocurran encuentros con mujeres extrañas".
Ellas y ellos sueñan distinto
Tanto las mujeres como los hombres, sueñan con el trabajo. Ellas lo hacen dos veces más que hace 50 años, cuando todavía no se habían incorporado al mercado laboral, mientras que ellos sueñan con el trabajo mucho más que hace medio siglo, pero en forma de pesadillas, en las que suelen quedarse “en la calle”.
Las diferencias de género surgen en la infancia, según otro estudio de la universidad alemana con 600 niños de más de 10 años, que muestra que los niños sueñan con monstruos y animales grandes, y las niñas con personas y animales pequeños.
Otra curiosa revelación que se ha producido hace poco se refiere a la “inercia del sueño” que se mantiene después de despertarse, cuando la persona está semidormida.
Al parecer, los sujetos que se despiertan después de dormir profundamente ocho horas presentan más daño en las capacidades de la memoria y en las del pensamiento que los que se privan de sueño más de 24 horas, según un estudio conjunto de la Universidad de Colorado, y del Hospital Brigham and Women, en Boston.
Los investigadores han concluido que las personas muestran el mayor grado de deterioro en los tres primeros minutos después de despertarse, si bien la mayoría de los efectos de la inercia del sueño se desvanecen a los diez minutos.