El maestro Hugo Zúñiga murió este viernes a los 83 años de edad, y con él termina el muralista y creador de grandes obras icónicas que todavía pueden admirarse en museos y edificios.
En la actualidad vivía en una habitación del hotel Flamingos, ahí tenía su estudio y dejó varias obras que creo en esas horas de entrega a lo que más amaba que era pintar, tan es así, que en las paredes de este emblemático hotel se pueden admirar sus murales y pinturas elaboradas a lápiz.
En sus últimos días lo aquejó una enfermedad que se le complicó y lastimosamente en total soledad, incluso, de su estado de salud se difundió a través de las redes sociales, hasta que finalmente el mal que padecía se agravó y dejó de existir.
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Oriundo de Cahuatitán de las Flores, municipio de Coyuca de Benítez, vio la luz el 17 de agosto de 1941. Fue hijo de Amador Zúñiga y María de Jesús Guzmán, quienes lo llevan al Puerto de Acapulco a los 3 años de edad.
El maestro cursa su primaria y secundaria en el puerto, es en esta etapa que empieza a mostrar sus dotes en el dibujo y llana la atención su talento en una visita que hizo al Fuerte de San Diego.
Según sus biógrafos, en 1959 el joven Hugo Zúñiga viaja a la Ciudad de México, ingresa a la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) en la cual se graduó y por su gran talento recibe una beca de la embajada de los Estados Unidos para estudiar en el Instituto Pratts de Nueva York.
También estuvo en la Liga de Estudiantes de Chicago, Illinois, en donde perfeccionó sus técnicas de sus frescos pintados al óleo y a lápiz, técnica que fue perfeccionando y que cautivó a propios y extraños.
Sus primeras obras las realizó en Tijuana y al empezar a destacar, se hizo merecedor de reconocimientos por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México, del ayuntamiento de Tijuana y por el gobierno del estado de Guerrero, que lo distingue con la presea Ignacio Manuel Altamirano.
Durante el despegue de su carrera expuso sus obras en la Ciudad de México, Gudalajara, Puerto Vallarta y Veracruz, pero también tuvo la oportunidad de mostrar su arte en el extranjero, como en Canadá, Estados Unidos, Cuba, Argentina, Corea, España, Inglaterra y Nicaragua.
Nunca abandono su trato amable y abierto, su peculiar forma de vestir era su distintivo siempre de negro y con su inseparable sombrero de ala caída, así como su gusto por la bohemia, pero también departía el pan y la sal.