Sobre la plancha de concreto del Zócalo en el Centro Histórico, resurge la pirámide monumental Huey Teocalli, el epicentro de la ciudad mexica. Es una construcción de 16 metros de altura, 27.7 de profundidad y 25.81 metros de basamento que da cuenta de cómo fue el corazón del Templo Mayor hace 500 años. Es la reproducción de la última ciudad azteca que hace memoria de nuestro pasado prehispánico.
La pirámide es un proyecto del gobierno de la Ciudad de México en el marco de la conmemoración de los 500 años de la caída de México Tenochtitlán. A partir del próximo 13 de agosto, la edificación recibirá al público de manera presencial y ofrecerá un videomapping que narra cómo se ha construido la capital en estos cinco siglos, un ejercicio para reconocernos frente a nuestra historia, de acuerdo con Vannesa Bohórquez, secretaria de Cultura de la Ciudad de México.
“En el caso de la ciudad, a diferencia de Teotihuacán o Chichén Itzá, casi todos los hallazgos arqueológicos los vemos de arriba hacia abajo y esta es una oportunidad de ver los recintos en su tamaño real, entender su esencia y es hablar de que 500 años después de la conquista, la ciudad rinde un homenaje a estos años de resistencia indígena, a los 500 años en que las distintas comunidades conviven en un espacio”, apuntó en entrevista.
Si bien a pocos metros de la maqueta se encuentra el Templo Mayor, Bohórquez señaló que el proyecto es la primera oportunidad para que el público aprecie la arquitectura mexica tal como fue en sus años de esplendor. “La pirámide resurge para permitir que nuevas generaciones tengan una relación distinta con el pasado, pocos saben del acabado natural, de cómo era la estética asombrosa y artística que se tenía en el periodo prehispánico y ahora se podrá apreciar”, resaltó.
La funcionaria explicó que a partir de investigaciones de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la maqueta se concibió en cuatro niveles o plataformas. La primera es Tzompantitlán, el lugar de las calaveras; le sigue Coaxalpan, la arena de las serpientes; la tercera plataforma es Apetlac, el petate del agua, y finalmente salen dos escalinatas, una de cada lado, hacia la cima donde están dos capillas, una para Tláloc y otra para Huitzilopochtli.
Sobre la policromía, la titular de Cultura explicó que el color predominante es el blanco, pero en el lado sur hay trazos en rojo en referencia de la pirámide de Huitzilopochtli y en la sección norte el tono es azul en homenaje a Tláloc, de acuerdo con información de los expertos del INAH.
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“Esta pirámide es el escenario donde se hace la representación del mito de Huitzilopochtli, además de ser la pirámide de mayor tamaño dentro del recinto sagrado, y más importante es que significa todos los nacimientos, las uniones de ambas deidades y cómo el espacio le rendía tributo en términos de magnificencia hacia Huitzilopochtli, es una pirámide que habla de la cosmogonía donde todo surge”, detalló la funcionaria al explicar por qué se eligió esta construcción y no otra.
La estructura de la maqueta está construida por nueve mil 300 tramas de metal y recubierta por hojas de triplay, por lo que no se podrá subir, pero sí observar de cerca a nivel de suelo, del 13 de agosto al 1 de septiembre. El espacio recibirá hasta 900 personas al mismo tiempo, y será escenario para el videomapping titulado Memoria luminosa, que tendrá tres funciones por día (20:30, 21:00 y 21:30 horas).
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