/ martes 18 de octubre de 2022

20 años, 20 mujeres en el FICM | Natalia Beristain, cineasta por vocación y no por apellido

Natalia Beristain habla de sus inicios en el mundo de la cinematorgrafía y de su nuevo proyecto Ruido

Natalia Beristain irrumpió en el mundo del cine con su cortometraje Peces Plátano, en 2006, y desde entonces, ya se perfilaba como una promesa dentro de las narrativas en la industria nacional. Creció en el ámbito actoral, pues es hija de Ignacio Beristain y Julieta Egurrola, pero si algo le quedó claro desde niña, es que no quería ser actriz, pero sí contar y dirigir historias.

En entrevista, cuenta que curiosamente su vocación por el séptimo arte no vino por la actividad de su familia, sino a partir de una proyección en la Cineteca Nacional de la cinta Rosencrantz y Guildenstern están muertos, de Tom Stoppard, un clásico de culto de 1966 basado en el Hamlet de Shakespeare. “Cuando salí de la sala me dije que yo quería hacer eso, así que estudie foto fija, dirección de teatro y finalmente la carrera en el Centro de Capacitación Cinematográfica”.

Te puede interesar: 20 Años 20 Mujeres en el FICM | Tatiana Huezo provoca emociones a través del cine

Luego de Peces Plátano, donde actúan Bruno Bichir, Karina Guidi y Loló Navarro, se tituló del CCC con Pentimento, mediometraje que aborda el trayecto final de una actriz de teatro que se siente desplazada por una mujer más joven, además de estar separada de su esposo. Los roles estelares corrieron a cargo de Julieta Egurrola e Ignacio Beristain, lo que describe como un trabajo que fluyó por el acompañamiento que le dieron, por la comprensión para abrirse a su propuesta muy personal; “recuerdo que en algún momento me salí del set y pensé en qué momento eso había sido una buena idea, pero luego mi madre me dijo que nunca antes se había visto tan bien en la pantalla”.

En 2012 llegó su debut en el terreno de los largometrajes con No quiero dormir sola, un drama que aborda la historia de una joven (Mariana Gajá) que debe cuidar a su abuela (Adriana Roel), una actriz en retiro y con problemas de alcoholismo. “Es una película que, como todo debut, se convierte en un tesoro personal, fue un proyecto muy pequeño donde estuvimos 10 personas, sin mucho financiamiento, pero no quería esperar años a que alguien le quisiera invertir, así que simplificamos el guion, con dos locaciones y dos actrices; se hizo con nada económicamente, pero con todo el cariño de la gente”.

Luego vendría Los Adioses (2017), la historia de la escritora mexicana Rosario Castellanos, con las actuaciones de Karina Gidi, Tessa Ia y Daniel Giménez Cacho. Ya con premios y buenas impresiones a cuestas, el financiamiento no sería el obstáculo, e incluso relata que gracias a su productor Rafa Ley ya había dinero, cuando ni siquiera habían escrito el guion. “Se movieron las cosas como no suelen moverse”, relata, además de que aún alcanzó a ser parte de los fideicomisos oficiales que hoy están casi extintos.

Ruido, el drama de las desapariciones

Beristain está por estrenar su tercera película llamada Ruido, donde plasma el drama de las desapariciones en México que actualmente acumula la escalofriante cifra de 110 mil personas. Una vez más sus padres forman parte del elenco para relatar cómo Julia (Julieta Egurrola) se une a otras mujeres que toman las calles para buscar una esperanza.

“Es una película cuya columna vertebral es la lucha de una madre por encontrar a su hija en un contexto contemporáneo, pero más allá de eso, relata las conexiones y espejeos entre diferentes madres y sus contextos, sus dolores, hablamos sobre el poder de lo colectivo”. La película primero se verá en Morelia, luego tendrá un breve paso por algunas salas de cine y en noviembre se estrena en Netflix.

“Es algo muy doloroso, pero no nos podemos poner un velo y no ver, esta película es un grito rabioso para no pensar que los desaparecidos no son parte de la sociedad mexicana”.

Detrás de la cinta hay mucha investigación documental, pero también un estudio de la descomposición social en México, pues para Beristain “todas las violencias están entrelazadas: los feminicidios con las desapariciones, con los micromachismos, con la impunidad, con la corrupción, con el Estado fallido, es una madeja muy compleja, que parece insalvable”.

Con todos sus trabajos exhibidos en el Festival Internacional de Cine de Morelia, Natalia no tiene más que elogios para este encuentro, sobre todo porque ha sido una plataforma donde se respeta a los realizadores, pero sobre todo a los más jóvenes, que a su vez han conformado un público fiel a lo largo de 20 ediciones.

Natalia Beristain irrumpió en el mundo del cine con su cortometraje Peces Plátano, en 2006, y desde entonces, ya se perfilaba como una promesa dentro de las narrativas en la industria nacional. Creció en el ámbito actoral, pues es hija de Ignacio Beristain y Julieta Egurrola, pero si algo le quedó claro desde niña, es que no quería ser actriz, pero sí contar y dirigir historias.

En entrevista, cuenta que curiosamente su vocación por el séptimo arte no vino por la actividad de su familia, sino a partir de una proyección en la Cineteca Nacional de la cinta Rosencrantz y Guildenstern están muertos, de Tom Stoppard, un clásico de culto de 1966 basado en el Hamlet de Shakespeare. “Cuando salí de la sala me dije que yo quería hacer eso, así que estudie foto fija, dirección de teatro y finalmente la carrera en el Centro de Capacitación Cinematográfica”.

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Luego de Peces Plátano, donde actúan Bruno Bichir, Karina Guidi y Loló Navarro, se tituló del CCC con Pentimento, mediometraje que aborda el trayecto final de una actriz de teatro que se siente desplazada por una mujer más joven, además de estar separada de su esposo. Los roles estelares corrieron a cargo de Julieta Egurrola e Ignacio Beristain, lo que describe como un trabajo que fluyó por el acompañamiento que le dieron, por la comprensión para abrirse a su propuesta muy personal; “recuerdo que en algún momento me salí del set y pensé en qué momento eso había sido una buena idea, pero luego mi madre me dijo que nunca antes se había visto tan bien en la pantalla”.

En 2012 llegó su debut en el terreno de los largometrajes con No quiero dormir sola, un drama que aborda la historia de una joven (Mariana Gajá) que debe cuidar a su abuela (Adriana Roel), una actriz en retiro y con problemas de alcoholismo. “Es una película que, como todo debut, se convierte en un tesoro personal, fue un proyecto muy pequeño donde estuvimos 10 personas, sin mucho financiamiento, pero no quería esperar años a que alguien le quisiera invertir, así que simplificamos el guion, con dos locaciones y dos actrices; se hizo con nada económicamente, pero con todo el cariño de la gente”.

Luego vendría Los Adioses (2017), la historia de la escritora mexicana Rosario Castellanos, con las actuaciones de Karina Gidi, Tessa Ia y Daniel Giménez Cacho. Ya con premios y buenas impresiones a cuestas, el financiamiento no sería el obstáculo, e incluso relata que gracias a su productor Rafa Ley ya había dinero, cuando ni siquiera habían escrito el guion. “Se movieron las cosas como no suelen moverse”, relata, además de que aún alcanzó a ser parte de los fideicomisos oficiales que hoy están casi extintos.

Ruido, el drama de las desapariciones

Beristain está por estrenar su tercera película llamada Ruido, donde plasma el drama de las desapariciones en México que actualmente acumula la escalofriante cifra de 110 mil personas. Una vez más sus padres forman parte del elenco para relatar cómo Julia (Julieta Egurrola) se une a otras mujeres que toman las calles para buscar una esperanza.

“Es una película cuya columna vertebral es la lucha de una madre por encontrar a su hija en un contexto contemporáneo, pero más allá de eso, relata las conexiones y espejeos entre diferentes madres y sus contextos, sus dolores, hablamos sobre el poder de lo colectivo”. La película primero se verá en Morelia, luego tendrá un breve paso por algunas salas de cine y en noviembre se estrena en Netflix.

“Es algo muy doloroso, pero no nos podemos poner un velo y no ver, esta película es un grito rabioso para no pensar que los desaparecidos no son parte de la sociedad mexicana”.

Detrás de la cinta hay mucha investigación documental, pero también un estudio de la descomposición social en México, pues para Beristain “todas las violencias están entrelazadas: los feminicidios con las desapariciones, con los micromachismos, con la impunidad, con la corrupción, con el Estado fallido, es una madeja muy compleja, que parece insalvable”.

Con todos sus trabajos exhibidos en el Festival Internacional de Cine de Morelia, Natalia no tiene más que elogios para este encuentro, sobre todo porque ha sido una plataforma donde se respeta a los realizadores, pero sobre todo a los más jóvenes, que a su vez han conformado un público fiel a lo largo de 20 ediciones.

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