Después de 37 años de presentarse ante el mundo como un hombre, la escritora y diseñadora chilena Ariel Florencia Richards comenzó su tránsito de género. Durante el proceso, escribió una bitácora que luego se transformó en varias versiones para una novela. “Inacabada”, expone el choque de visiones sobre el cambio de género en la relación entre una madre y su próxima hija, tanto a nivel físico, como intelectual.
“Los padres aún suelen interpretar el tránsito como una pena o una muerte, cosa que sucede con otro tipo de salidas de closet. De hecho, entre la comunidad trans a veces se suele decirle ‘hombre muerto’ al hombre que te fue asignado ser, pero esto no necesariamente tiene que ser así. El tránsito, como le sucede a ‘Juana’ (protagonista de la obra), puede ser un hecho gozoso, con el deseo de ser compartido y visible”, comenta Ariel Florencia, en entrevista con El Sol de México.
El espacio del “No sé”
Pero, ¿por qué ‘inacabada’? Se titula así porque de fondo, se trata de una postura estética e ideológica, “en oposición de la convención, que dice que las cosas empiezan, se desarrollan y se acaban”. La autora considera que el género —basándose en textos de grandes pensadoras contemporáneas como Rita Segato o Judith Butler— no es algo estático, ni certero, ni acabado.
“Las certezas sirven para ciertas cosas, pero la incerteza y la duda también son espacios para explorar. ¿Es el género una cosa que puedo repensar? ¿El amor de una madre es tan incondicional como se dice? La certeza es el espacio de la afirmación que, al final, es parecido al de la cultura de la cancelación que nos limita a seguir o no a una persona.
“Me parece que hay un espacio que hemos perdido que es el del ‘no sé’, que nos dice que incluso el amor de una madre tiene sus fracturas, esta novela se hace pregunta por esas zonas grises”, opina la autora quien encuentra en lo “intermedio”, aquello que aún “no es”, una posibilidad para pensar el mundo “de una forma menos binaria”.
El arte y el género piden palabras
Diseñadora por la Universidad Católica de Valparaíso y maestra en Escritura creativa por la Universidad de Nueva York, Ariel Florencia se encuentra actualmente estudiando un doctorado en artes visuales, donde investiga las relaciones entre performance, género y memoria.
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Fue ahí donde se enteró del poco valor que tienen las obras plásticas que no fueron terminadas en comparación con las que sí lo son. Una idea que consideró que podía ser una “buena metáfora” del propio tránsito de “Juana”, quien se especializa en este tipo de arte, en el cual encuentra ecos con su propia biografía.
“Los bocetos, las obras que no se terminaron, los errores y los descartes son interesantes igual, aunque tengan un menor valor comercial que las obras terminadas. Y es que resulta que en ellos podemos encontrar estructuras internas completas de su creación, la obra está más desnuda y deja todo aquello en evidencia. Las pinturas terminadas por lo general son opacas en ese sentido, porque son capas sobre capas que borran su proceso anterior; y, en cambio, los bocetos hacen evidentes que todas han sido obras imperfectas, pensadas y con desvíos”, agrega.
Escribir porque uno quiere
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Por el hecho de que esta novela haya nacido a raíz de su propia experiencia, “la escritura fue un espacio de reflexión con respecto a lo que había generado la terapia. No fue como que yo me fuera a sanar con la escritura y, de hecho, no creo que la literatura tenga ese poder. Me parecería irresponsable decirle a la gente que escriba con ese objetivo. Yo pienso que la gente debe escribir simplemente porque lo quiere”
“Las escrituras LGBTIQ+ han existido en Chile desde siempre. Uno de los dos premios nobeles que tenemos fue lesbiana, Gabriela Mistral. Hoy en día hay una especie de tendencia en que las voces y presencias trans están siendo relevadas, pero eso no quiere decir que no hayan existido antes, ni que hayan emergido de la nada, sino que vienen de escrituras y vivencias anteriores que permitieron que nosotras hoy podamos narrar con más libertad”, finaliza.