La tarde noche del viernes 26 de septiembre del 2014 en Iguala un grupo de jóvenes fueron levantados, el primer registro de este hecho quedó en un documento conocido como “la verdad histórica”, en su campaña presidencial, la tercera, de Andrés Manuel López Obrador en reunión con las Madres y Padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos, se comprometió a dar con su paradero y recuperar la verdad de lo sucedió y echar abajo la que dijo se había escrito mal.
Los días para que se llegue al aniversario número 10 de esa desaparición son contados, en Chilpancingo empiezan a desplegarse los normalistas de Ayotzinapa con retención de vehículos y autobuses, con la sustracción de alimentos de empresas nacionales, preparando las acciones oficiales, pero también, sin duda, las extraoficiales que pueden ser más radicales; pero también se acaban los días de reflectores completos rodeando a AMLO y la verdad sigue siendo la misma mientras los estudiantes no aparecen todavía.
Ese hecho marcó la administración presidencial de Enrique Peña Nieto y permitió encumbrarse el gobierno de López Obrador que ha logrado sacudirse ese marca para erigirse como ídolo.
En este septiembre, otro número similar a esa marca dolorosa en los derechos humanos, mantiene en suspenso al país. La que conforman 43 Senadoras y Senadores que dicen no a la reforma judicial. Quizá porque saben que el fondo es el pago de facturas a su líder moral y que como toda institución y poder la transformación debe darse para mejorar, pero que la vía propuesta es un riesgo que amenaza a la propia sociedad en uno de sus elementos vitales: la justicia.
Mientras transcurren horas fundamentales en el Senado con argucias que están fuera de la Ley, mientras presionan la voluntad del grupo de oposición de las y los 43 para conseguir la traición a convicciones las que buscan desaparecer, el estilo no dista del usado por una no tan clara participación de servidores públicos en alianza con grupos fácticos en esta acción en el No a la Reforma Judicial para soterrar los valores que aún pretenden enarbolar y defender ese poder que no quiere estar sumiso.
Qué enseñanza pueden obtener de esta acción las escuelas de derecho?
Cómo podemos decirle a nuestras hijas e hijas que dejamos en una elección a la deriva a la patria? Que no pudimos defender la justicia y por ende, no podemos defender la libertad?
Septiembre nos está mostrando que el riesgo de la desaparición sigue vigente, que en nuestro país se puede desaparecer a 43 y no pasar nada, y que sin pudor se puede desaparecer un Poder y una nación.
México está siendo observado también en el plano internacional para conocer la decisión del Poder Legislativo sobre la ruta del Poder Judicial, para algunos con la certeza de que será un retroceso y para otros, la ruta para someter en aras de la transformación uno de los poderes a base de la desaparición. Pero aún nos faltan algunas horas para conocer que prevalece en el país, si el servilismo o el patriotismo. Después de ello, conoceremos la ruta de esta nación que enarboló, también en Septiembre, las banderas de la libertad, ¿podrán enarbolarla sin remordimientos en una ceremonia que tiene un símbolo de identidad libertaria? Lo veremos estos días.