La mañana del jueves 26 de Octubre del 2023, pobladores de los municipios de Acapulco y de Coyuca de Benítez daban gracias a DIOS por estar vivos, la pesadilla sin embargo, no había pasado, apenas había iniciado la noche del miércoles 25 de octubre cuando OTIS entró a sus hogares, y los devastó.
El rostro del puerto de Acapulco, el símbolo de turismo mexicano y guerrerense, no era el rostro de la alegría con la que departe con el turismo, la sonrisa había desaparecido, así como el agua potable, la luz, sin comunicación terrestre, ni aérea.
Sobre el puerto guerrerense pendía solo la desesperación. Fue tan grave que sepultó un tema que levantaba indignación, el asesinato de 13 policías en Coyuca de Benítez sucedido apenas el 23 de ese mismo mes de octubre de 2023, incluidos en esa masacre los dos mandos de la corporación.
Con Otis, Acapulco, por evidente razón de ser un punto mundialmente conocido como referente turístico, llamó la atención. Así las imágenes que empezaron a circular no daban lugar a dudas de lo intenso que representó para la ciudadanía la experiencia de los vientos huracanados y las grandes lecciones para los tres órdenes de gobierno.
La devastación del puerto dejó aislados a los habitantes que solo caminando entre arboles caídos, sorteando piedras y lodo, lograban llegar a centros hospitalarios para pedir ayuda.
Frente a las historias de heroicidad ciudadana, también de esa misma surgieron las peores que mostraban un rasgo que nos avergonzó: la rapiña, y no por hambre, que había, sino la que desnudó la falta de escrúpulos de quienes vaciaron las tiendas de enseres no necesarios para una emergencia.
Otis enseñó a los tres órdenes de gobierno que la responsabilidad no estaba solo en el presente que les tocó, ni en el diseño de un proyecto de gobierno político alejado de la realidad, sino que ésta tenía que mostrar que se estaba con capacidad para hacer frente a circunstancias no solo no previstas, tampoco deseadas y que si no había coordinación simplemente se faltaba a un compromiso humano.
Otis desnudó la falta de compromiso de un gobierno federal que acostumbrado a mentir, hizo un vergonzoso montaje de un viaje presidencial que nunca fue y de visitas que no tuvieron calidad humana porque no se estaba en la capacidad de enfrentar una emergencia, como ya lo había mostrado cuando permitió la inundación de una zona pobre en su natal Tabasco.
Pero también mostró que sin planeación, sin una estructura de protección civil, el fracaso es el resultado.
Acapulco aún no se recuperaba de Otis cuando otro fenómeno natural, John, el huracán, tocó al puerto.
Pero la reacción fue distinta. La lección fundamental de reacción tuvo éxito que, si bien aún no superan las deficiencias, sí ha permitido que la experiencia haya sido menos traumática, aunque no menos devastadora.
Este binomio meteorológico en menos de un año nos presenta a gobiernos que tienen una visión diferente de la emergencia. Un gobierno federal que cree que dispersando recursos económicos elementales distrae la responsabilidad de la falta del FONDEN; un gobierno estatal que está inmerso en atender las emergencias, entregando a cada funcionario una zona para llevar lo que llaman “ayuda humanitaria” cuando esta se denomina así cuando proviene de recursos fuera de presupuestos, es decir, de la sociedad y de organizaciones y organismos internacionales o nacionales, y deja de lado otros temas que son fundamentales en el proceso de administración pública.
Otis es un recuerdo amargo para Guerrero, sus cicatrices son visibles; John abre nuevas cicatrices, pero lo importante es que Guerrero se mantiene de pie, a veces a pesar de los mismos gobiernos. ¿Surrealismo?