Para las madres, padres de los 43 normalistas desaparecidos, así como para la propia defensa del movimiento y el movimiento de estudiantes para no perder la ruta de búsqueda de sus compañeros desaparecidos, y de la verdad, debe ser difícil, muy difícil creo, enfrentar una condición no esperada: que en voz del propio Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, la posición sea de defensa del Ejército en la vinculación probable de los hechos.
En campaña, el entonces candidato juró a estos grupos que en el primer año de su gobierno estaría aclarado el tema y se conocería el paradero de los estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”. Este personaje está rayando su quinto año de gobierno y una de las peticiones más sentidas de la lucha: ver encarcelados a elementos del Ejército y la información del paradero de los estudiantes, simplemente no ha sido posible.
Incluso, quizá el tema esté más empantanado que nunca. Si recordamos que el ex gobernador Ángel Aguirre Rivero señalara el pasado 17 del mes en curso que quien fuera su Fiscal, o Procurador de Justicia como se denominaba en ese momento, recién fue convocado de nuevo para comparecer y que él ya había estado en esa posición cuatro veces, significaría que aún se está en la ruta de buscar otra posible línea.
Pero, ¿qué ha pasado? ¿Qué sucede que no avanza el tema? Incluso quienes fueron señalados están detenidos por otros casos pero no por el caso emblemático que es Iguala – Ayotzinapa, y hay riesgo hasta de que si así lo quisieran, pudieran contrademandar por señalamientos hacia sus personas y su caída no solo social o política, sino económica.
Lo sustantivo del caso no está resuelto: la aparición con vida de los 43 estudiantes…, o conocer su paradero, su destino, su final.
Desde fuera la impresión es de que la estructura del gobierno federal ha cambiado para defender su propio interés de gobierno. Es decir, su evidente relación con el Ejército Mexicano más ha enturbiado la idea de no estar involucrado en lugar de ayudarle a limpiar su imagen. El hecho de que se parara en seco las órdenes de aprehensión ayudó a la y los involucrados a los señalados para su captura, pero no al caso porque no medio la suficiente información para que el carácter de inocencia se configurara y en cambio el tufo de incredulidad y componenda se esparció.
Esta semana, en esos 108 meses, los poco más de 3 mil 240 días, más los bisiestos, que dan los 9 años, para quienes están dentro del conflicto, del dolor, de la ausencia directos por los desaparecidos solo está frente a ellos el desencanto.
Casi el mismo desencanto que reflejaron los rostros del GIEI, Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, que hasta se retiraron del caso generando a nivel internacional más interrogantes que respuestas de un caso que ha sido del que más se ha escrito, archivos con gruesos expedientes, con Comisionados, y demás que han sumado investigaciones pero no respuestas.
Son 9 años de esa fatal noche del 26 y 27 de septiembre. Las medias verdades también son una inequívoca señal de que el tema, se está desvaneciendo, porque en quien confiaron para resolver, simplemente mostró también a ellos que lo que le sobra es lengua para enredar, pero no compromisos por cumplir por una razón: su propia soberbia e ignorancia. ¿Surrealismo?