/ lunes 14 de octubre de 2024

Surrealismo Político / Alejandro, promotor de paz

Alejandro Arcos Catalán iniciaba su campaña y mantenía en la misma, la premisa de que la paz era fundamental para alcanzar progreso. Veía a la paz como el instrumento pacífico de tal nivel que decía, podía llegar hasta las consciencias y desde ahí impulsar una cultura que favoreciera el desarrollo social, la cohesión social, la armonía.

Existen grandes pacificadores en el mundo que han trascendido el tiempo y las fronteras. Sin duda el gran transformador es el mismo Jesucristo quien con una cruz a cuestas mantuvo su postura de perdón hacia sus agresores.

Otro gran pacificador fue Mahatma Gandhi, que impulsó un cambio social y político basado en campañas no violentas contra la pobreza, así como contra el colonialismo, y la desigualdad de género.

El mundo no olvida a Martín Luther King, que emprendió una lucha para obtener la igualdad de los derechos civiles de las y los afroamericanos.

En el tiempo contemporáneo hay un personaje guerrerense que habló de cambios, que instruyó rutas de igualdad sentando bases en materia de derechos humanos, la igualdad de las mujeres, la incorporación de grupos indígenas y afromexicanos en el reconocimiento social, José Francisco Ruíz Massieu que perdió la vida de manera violenta 6 meses después que a otro ideólogo, Luis Donaldo Colosio, también con violencia le cortaron las posibilidades de empujar un México con transformación.

La paz, decía Gandhi, es el camino. Y hace 8 días, a un joven promotor de la paz en Chilpancingo, Guerrero, de manera inhumana, de forma inmerecida, le cortaron la existencia, Alejandro Arcos Catalán.

Lo conocí desde que siendo un chavo, era un promotor el deporte, de la vida en familia, de la incorporación de la sociedad en actividades sociales a favor de la sociedad misma, en la realización de obras a partir de la gestión individual fuera de presupuesto de gobierno y realizó más de 500.

Un caballero fino en su trato. Un conciliador que buscó armonizar desde el interior de su campaña política electoral en busca de la alcaldía de Chilpancingo, sin echar culpas a nadie sino revisando los problemas para encauzar una solución.

Ante la emergencia que afectó a Guerrero con el Huracán John, se acercó a las autoridades en funciones para revisar la problemática existente y desde el primer momento de su responsabilidad constitucional recorrió las zonas afectadas.

Su primera semana de ejercicio constitucional enfrentaba dificultades por las lluvias e inundaciones, socavones, deslaves, y demás que no demeritó su confianza en que además de poner a las familias a salvo, también podía seguir avanzando en su proyecto por la paz.

Pero su vida fue cortada.

La paz, no solo es la ausencia de violencia, la ausencia de armas, la revisión de dónde y cómo entran las armas a nuestro estado y porque existen civiles armados sin que se actúe en consecuencia. La paz, la que buscaba Alejandro, le apostaba a que las nuevas generaciones pudieran ser un emblema de paz que influyera en sus familias. Le apostaba a la cultura, al deporte, a la resiliencia.

No está más físicamente. Aún falta mucho por escribir de su vida. Su aportación aún tiene mucho por revisarse.

A su familia, nuestro abrazo solidario. A Alex, nuestro reconocimiento perenne.

Alejandro Arcos Catalán iniciaba su campaña y mantenía en la misma, la premisa de que la paz era fundamental para alcanzar progreso. Veía a la paz como el instrumento pacífico de tal nivel que decía, podía llegar hasta las consciencias y desde ahí impulsar una cultura que favoreciera el desarrollo social, la cohesión social, la armonía.

Existen grandes pacificadores en el mundo que han trascendido el tiempo y las fronteras. Sin duda el gran transformador es el mismo Jesucristo quien con una cruz a cuestas mantuvo su postura de perdón hacia sus agresores.

Otro gran pacificador fue Mahatma Gandhi, que impulsó un cambio social y político basado en campañas no violentas contra la pobreza, así como contra el colonialismo, y la desigualdad de género.

El mundo no olvida a Martín Luther King, que emprendió una lucha para obtener la igualdad de los derechos civiles de las y los afroamericanos.

En el tiempo contemporáneo hay un personaje guerrerense que habló de cambios, que instruyó rutas de igualdad sentando bases en materia de derechos humanos, la igualdad de las mujeres, la incorporación de grupos indígenas y afromexicanos en el reconocimiento social, José Francisco Ruíz Massieu que perdió la vida de manera violenta 6 meses después que a otro ideólogo, Luis Donaldo Colosio, también con violencia le cortaron las posibilidades de empujar un México con transformación.

La paz, decía Gandhi, es el camino. Y hace 8 días, a un joven promotor de la paz en Chilpancingo, Guerrero, de manera inhumana, de forma inmerecida, le cortaron la existencia, Alejandro Arcos Catalán.

Lo conocí desde que siendo un chavo, era un promotor el deporte, de la vida en familia, de la incorporación de la sociedad en actividades sociales a favor de la sociedad misma, en la realización de obras a partir de la gestión individual fuera de presupuesto de gobierno y realizó más de 500.

Un caballero fino en su trato. Un conciliador que buscó armonizar desde el interior de su campaña política electoral en busca de la alcaldía de Chilpancingo, sin echar culpas a nadie sino revisando los problemas para encauzar una solución.

Ante la emergencia que afectó a Guerrero con el Huracán John, se acercó a las autoridades en funciones para revisar la problemática existente y desde el primer momento de su responsabilidad constitucional recorrió las zonas afectadas.

Su primera semana de ejercicio constitucional enfrentaba dificultades por las lluvias e inundaciones, socavones, deslaves, y demás que no demeritó su confianza en que además de poner a las familias a salvo, también podía seguir avanzando en su proyecto por la paz.

Pero su vida fue cortada.

La paz, no solo es la ausencia de violencia, la ausencia de armas, la revisión de dónde y cómo entran las armas a nuestro estado y porque existen civiles armados sin que se actúe en consecuencia. La paz, la que buscaba Alejandro, le apostaba a que las nuevas generaciones pudieran ser un emblema de paz que influyera en sus familias. Le apostaba a la cultura, al deporte, a la resiliencia.

No está más físicamente. Aún falta mucho por escribir de su vida. Su aportación aún tiene mucho por revisarse.

A su familia, nuestro abrazo solidario. A Alex, nuestro reconocimiento perenne.