“Preparen sus documentos, porque esto va a ser cada año” dijo una trabajadora del Bienestar a algunos acapulqueños al censar a afectados por el huracán John. ¿tiene razón?
El Acapulco de ensueño ha cambiado, es una realidad. Ha cambiado en sus estilos y formas de gobierno, ha cambiado en el número de pobladores, ha cambiado en distintas facetas, algunas por el crecimiento poblacional que ha sido, la mayoría de las veces por invasión y otras por efecto de circunstancias de la naturaleza y autorización de funcionarios para habitar zonas inhabitables. Y otro factor de ese cambio, la violencia
Lo que no ha cambiado de Acapulco es su imagen de belleza.
Pero el Acapulco que se convirtió en el referente internacional y nacional de destino para vacacionar, el de la época dorada de los años 40s a los 60s, el de destino de juventudes estadounidenses, el de sitio paradisiaco para una luna de miel, ha tenido que enfrentar problemas de diferente índole.
En la ceremonia por el primer año del paso del Huracán Otis al puerto, tras el desafortunado sonido emitido por la Alcaldesa intentando imitar el sonido del miedo del aire huracanado de esa noche del 24 y 25 de octubre de 20224, está una realidad que dejó Abelina López Rodríguez para reflexionar colectivamente: el cambio climático.
El Acapulco que mantuvo una gran actividad comercial y pesquera, el de la ruta de la seda y ser el primer centro turístico de nuestro país que lo catapultó a las esferas internacionales que atrajo a estrellas del cine y hasta a la clase política internacional que buscó recrear la imagen de la belleza de su bahía, de su sol, su arena y hasta de los centros de diversión, ha tenido una terrible competencia y no es precisamente por otro destino turístico nacional, sino por las condiciones que la han afectado.
El Acapulco que del Siglo XXI enfrenta una dolorosa enfermedad llamada violencia, otra más que se conoce como cambio climático, ambas con origen en los seres humanos y con una solución de consciencia.
Pero esta debe pasar por políticas públicas más repensadas. Por ejemplo, en el referente al cambio climático revisar hacia dónde debe crecer el puerto y cómo hacerlo. Es indiscutible que hacia la Costa Grande enfrentaría la frontera del municipio de Coyuca de Benítez y eso la aleja de la posibilidad de seguir siendo puerto, hacia la Costa Chica está el Acapulco Rural, el que está buscando constituirse como un nuevo municipio al que sus dirigentes quieren ponerle el nombre de “Juan Álvarez”, lo que también la aleja de la marca Acapulco.
En los primeros años de los 80s siendo Rubén Figueroa Figueroa Gobernador de Guerrero, fundó Ciudad Renacimiento, y reubican ahí a invasores del Parque El Veladero, un pulmón natural que ha estado en la vista de quienes a base de caer en terrenos públicos y privados buscan hacerse de una vivienda.
Otros gobiernos municipales que no han enfrentado responsabilidad por autorizar asentamientos irregulares tanto en la parte alta del puerto como en lagunas, han mostrado que más allá de preservar la vida, han buscado ser beneficiarios con recursos económicos, dicen las leyendas urbanas, y han omitido los riesgos que ahora afloran como vicios ocultos en obras.
Si como dice la censadora del Bienestar: hay que tener a la mano los documentos, en el fondo está reconociendo que el problema no está siendo tratado de fondo, incluso con el nuevo tipo de obras que tienen que realizarse para resistir ese cambio climático, recordemos que tiene una falla que puede hacerla víctima de otro fenómeno, sismos.
¿Tiene que repensarse el puerto? ¿Tiene que revisarse territorialmente? ¿Cómo no consumir el potencial que ofrece la bahía más hermosa si la está consumiendo a nivel nacional e internacional sus problemas de violencia y de afectaciones? Acapulco, ¿siempre Acapulco? O tiene un límite. ¿Surrealismo?