/ jueves 19 de septiembre de 2024

Los bueyes y las normas

Una vez más, quienes se dicen estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa salieron a las calles de Chilpancingo, no a manifestarse y realizar una protesta, sino a causar daños y perjuicios a la propiedad pública y privada. ¿Por qué se les permite tanta impunidad, siendo que flagrantemente cometen delitos?

Por enésima vez señalo que la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos -la misma que en días pasados fue avasallada y violada por la mayoría legislativa de MORENA- establece la garantía de respetar el derecho a manifestarse y protestar, siempre y cuando no se violen derechos de terceros, se cometa o promueva un delito.

Me pregunto sobre qué sentido tiene o ha tenido elaborar normas que regulen las relaciones entre particulares y de éstos con la autoridad. ¿Para qué se han establecido derechos y deberes y, en caso de omitir éstos, las obligaciones y correspondientes sanciones civiles, penales, mercantiles o administrativas?

Coincido con todo lo escrito por Sara Sefchovich, en su libro “País de Mentiras” y con el propio Octavio Paz, en “El Laberinto de la Soledad” y con Alan Riding, en “Vecinos Distantes” y con Samuel Ramos, en “El perfil del hombre y la cultura en México” o con Edmundo O’Gorman, en “México, el trauma de su historia”, entre otros.

Para decirlo en palabras llanas: somos una sociedad que aparenta, que simula; o para ocupar el refrán popular, que le “tapa el ojo al macho”. Y, sobre todo, ignorante y negligente con nuestros deberes. Ocupando otro refrán, deseamos “que se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.

He escuchado, a lo largo de mi vida, a personas de distinta clase socioeconómica y cultural decir que “las leyes se hicieron para violarlas” y “el que no transa, no avanza”. Terribles sentencias. Y más, si lo avala el Jefe de Estado, cuando dijo “no me vengan con el cuento de la ley". Si esa sociedad es la que somos, estamos perdidos.

Una vez más, quienes se dicen estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa salieron a las calles de Chilpancingo, no a manifestarse y realizar una protesta, sino a causar daños y perjuicios a la propiedad pública y privada. ¿Por qué se les permite tanta impunidad, siendo que flagrantemente cometen delitos?

Por enésima vez señalo que la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos -la misma que en días pasados fue avasallada y violada por la mayoría legislativa de MORENA- establece la garantía de respetar el derecho a manifestarse y protestar, siempre y cuando no se violen derechos de terceros, se cometa o promueva un delito.

Me pregunto sobre qué sentido tiene o ha tenido elaborar normas que regulen las relaciones entre particulares y de éstos con la autoridad. ¿Para qué se han establecido derechos y deberes y, en caso de omitir éstos, las obligaciones y correspondientes sanciones civiles, penales, mercantiles o administrativas?

Coincido con todo lo escrito por Sara Sefchovich, en su libro “País de Mentiras” y con el propio Octavio Paz, en “El Laberinto de la Soledad” y con Alan Riding, en “Vecinos Distantes” y con Samuel Ramos, en “El perfil del hombre y la cultura en México” o con Edmundo O’Gorman, en “México, el trauma de su historia”, entre otros.

Para decirlo en palabras llanas: somos una sociedad que aparenta, que simula; o para ocupar el refrán popular, que le “tapa el ojo al macho”. Y, sobre todo, ignorante y negligente con nuestros deberes. Ocupando otro refrán, deseamos “que se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.

He escuchado, a lo largo de mi vida, a personas de distinta clase socioeconómica y cultural decir que “las leyes se hicieron para violarlas” y “el que no transa, no avanza”. Terribles sentencias. Y más, si lo avala el Jefe de Estado, cuando dijo “no me vengan con el cuento de la ley". Si esa sociedad es la que somos, estamos perdidos.