/ jueves 20 de junio de 2024

Frente a creencia pierde la evidencia

El domingo, próximo pasado, me llamó por teléfono un amigo preguntándome si tengo alguna persona conocida o de confianza trabajando en el Hospital del IMSS, aquí en Acapulco.

Al preguntar la razón de esa pregunta, me contestó que obedecía a la desesperación que sentía por tener seis horas sentado en la sala de urgencias y que su hermana no recibía atención debida. Que estaba en un dolor insoportable y solo le proporcionaban paracetamol, mientras la canalizaban con el especialista; el cual no se sabía cuándo llegaría.

Sentí mucho no poder ayudar a mi amigo. Al día siguiente me llamó para hacerme saber que fueron otras seis horas en las que esperaron a que llegara un especialista para realizar un estudio de ultrasonido. Pero resultó que no servía la máquina o aparato. Que regresara el lunes y, mientras tanto, le dieron una receta que no pudo surtir en la farmacia, porque no hubieron las medicinas que indicaba el documento. Esta situación y circunstancia la viven, a diario, miles de derechohabientes.

Usted, estimado lector, se ha de estar preguntando la razón de mi relato. Pues lo hago para expresar mi indignación y desconcierto por los millones de personas que votaron por la continuidad de este gobierno que ha destruido el sistema de salud, el educativo, el tecnológico, el de la energía, la economía y ahora se enfila contra el sistema judicial. Que saqueó todos los fondos y fideicomisos que durante 20 años se fueron constituyendo, para financiar obras que son pozos sin fondo y que tendremos que pagar el 40 por ciento de la población (somos los que pagamos impuestos).

Escribo este relato para señalar que -a pesar de que López siga burlándose de todos, diciendo que el sistema de salud es mejor que el de Dinamarca- millones de personas sufren porque no hay medicinas, hay carencia de equipos, de camas, de instrumentos, de vestuario, de herramientas quirúrgicas. Millones de personas no pueden atenderse porque desapareció el seguro popular. La misma historia de mi amigo y su hermana la sufren millones de derechohabientes, tanto del IMSS como del ISSSTE, y otros padecen peores y desgraciados escenarios en la atención de su salud.

Y, aún así, frente a las evidencias del desastre que ha sido y es este gobierno, votó una mayoría del 60 por ciento para que continúe la pesadilla.

Hagamos un ejercicio mental: hay unos condóminos que deciden contratar un administrador, que les ha prometido el moro y el oro. Pero resulta que el tipo no solo se acabó los fondos de mantenimiento y de reserva, sino que ha pedido prestado una cantidad cercana a la mitad de lo que vale el edificio. Éste, desde que inició la administración, se ha venido deteriorando ostensiblemente. Al finalizar su periodo, en lugar de llamarlo a cuentas y ponerlo en la cárcel, los condóminos lo premian volviéndolo a contratar. ¿Qué nombre, calificativo o designación le pondría usted a esos condóminos?

El domingo, próximo pasado, me llamó por teléfono un amigo preguntándome si tengo alguna persona conocida o de confianza trabajando en el Hospital del IMSS, aquí en Acapulco.

Al preguntar la razón de esa pregunta, me contestó que obedecía a la desesperación que sentía por tener seis horas sentado en la sala de urgencias y que su hermana no recibía atención debida. Que estaba en un dolor insoportable y solo le proporcionaban paracetamol, mientras la canalizaban con el especialista; el cual no se sabía cuándo llegaría.

Sentí mucho no poder ayudar a mi amigo. Al día siguiente me llamó para hacerme saber que fueron otras seis horas en las que esperaron a que llegara un especialista para realizar un estudio de ultrasonido. Pero resultó que no servía la máquina o aparato. Que regresara el lunes y, mientras tanto, le dieron una receta que no pudo surtir en la farmacia, porque no hubieron las medicinas que indicaba el documento. Esta situación y circunstancia la viven, a diario, miles de derechohabientes.

Usted, estimado lector, se ha de estar preguntando la razón de mi relato. Pues lo hago para expresar mi indignación y desconcierto por los millones de personas que votaron por la continuidad de este gobierno que ha destruido el sistema de salud, el educativo, el tecnológico, el de la energía, la economía y ahora se enfila contra el sistema judicial. Que saqueó todos los fondos y fideicomisos que durante 20 años se fueron constituyendo, para financiar obras que son pozos sin fondo y que tendremos que pagar el 40 por ciento de la población (somos los que pagamos impuestos).

Escribo este relato para señalar que -a pesar de que López siga burlándose de todos, diciendo que el sistema de salud es mejor que el de Dinamarca- millones de personas sufren porque no hay medicinas, hay carencia de equipos, de camas, de instrumentos, de vestuario, de herramientas quirúrgicas. Millones de personas no pueden atenderse porque desapareció el seguro popular. La misma historia de mi amigo y su hermana la sufren millones de derechohabientes, tanto del IMSS como del ISSSTE, y otros padecen peores y desgraciados escenarios en la atención de su salud.

Y, aún así, frente a las evidencias del desastre que ha sido y es este gobierno, votó una mayoría del 60 por ciento para que continúe la pesadilla.

Hagamos un ejercicio mental: hay unos condóminos que deciden contratar un administrador, que les ha prometido el moro y el oro. Pero resulta que el tipo no solo se acabó los fondos de mantenimiento y de reserva, sino que ha pedido prestado una cantidad cercana a la mitad de lo que vale el edificio. Éste, desde que inició la administración, se ha venido deteriorando ostensiblemente. Al finalizar su periodo, en lugar de llamarlo a cuentas y ponerlo en la cárcel, los condóminos lo premian volviéndolo a contratar. ¿Qué nombre, calificativo o designación le pondría usted a esos condóminos?