El sistema de salud pública en México ha sido, por décadas, un tema de debate y preocupación tanto para la ciudadanía como para los expertos en la materia. En los últimos seis años, el país ha enfrentado una crisis sanitaria que ha evidenciado las profundas deficiencias y desigualdades de nuestro sistema de salud. Aunque los gobiernos han prometido repetidamente soluciones y reformas, la realidad es que estos esfuerzos han sido insuficientes, mal dirigidos o, en el peor de los casos, simples engaños.
Uno de los problemas más evidentes en el sistema de salud pública es la falta de acceso a servicios médicos de calidad. Millones de mexicanas y mexicanos, especialmente en zonas rurales y marginadas, carecen de acceso a hospitales y centros de salud, lo que agrava la brecha entre las diferentes regiones del país. Además, la escasez de personal médico, la falta de medicamentos y equipos, y la infraestructura obsoleta son constantes que afectan a los pacientes y al personal de salud por igual.
Otro aspecto crítico es la corrupción y la mala gestión administrativa, que han desviado recursos y debilitado la capacidad del sistema para responder a las necesidades de la población. Los escándalos de compras de medicamentos con sobreprecios, contratos otorgados sin licitación y la falta de transparencia en el uso del presupuesto han erosionado la confianza en las instituciones de salud.
A pesar de estos problemas, el gobierno ha insistido en presentar reformas superficiales como soluciones definitivas. Un ejemplo fue la fallida creación del Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), que prometía brindar atención gratuita a todos los mexicanos sin seguridad social. Sin embargo, la implementación de este programa fue caótica, con múltiples denuncias de desabasto de medicamentos, falta de claridad en sus alcances y la inexistencia de un plan claro para su sostenibilidad a largo plazo.
A medida que se acerca el próximo sexenio, es evidente que la salud pública será uno de los mayores retos para el gobierno entrante. El sistema necesita una reestructuración profunda que no solo contemple el incremento del presupuesto, sino también la implementación de una visión a largo plazo que garantice la sostenibilidad y eficacia de los servicios de salud.
El próximo gobierno deberá enfrentarse a la ardua tarea de diseñar un sistema de salud inclusivo, equitativo y eficiente. Esto requerirá no solo un aumento significativo en el presupuesto asignado a la salud, sino también una revisión y fortalecimiento de las políticas públicas.
En este contexto, desde el PRI, plantearemos la necesidad de un enfoque integral que no solo se centre en la atención médica, sino también en la prevención, la promoción de la salud y la atención primaria.
Entre las estrategias propuestas debe atenderse la creación de un fondo de inversión en salud, destinado a modernizar la infraestructura hospitalaria y a asegurar el abastecimiento constante de medicamentos esenciales. Asimismo, mejorar las condiciones laborales del personal de salud, garantizando salarios justos, acceso a formación continua y condiciones de trabajo dignas.
Otra de las propuestas clave es el fortalecimiento de los sistemas de transparencia y rendición de cuentas en la gestión de recursos. Solo mediante una administración eficiente y libre de corrupción se podrá garantizar que los recursos destinados a la salud realmente lleguen a quienes más los necesitan.
El sistema de salud pública en México se encuentra en una encrucijada. El próximo sexenio tendrá una alarmante llamada para corregir el rumbo y construir un sistema de salud que esté a la altura de las necesidades de la población. No olvidemos que la salud es un derecho y no un privilegio.