/ sábado 29 de junio de 2024

Ágora | Plan jaguar 2030 

América Latina unida para la protección del jaguar y su habitat.

La presente colaboración es tomada de la página de WWF (World Wildlife Fund) y es mi contribución para difundir que debemos salvar a esta especie en peligro de extinción en toda América, en especial en nuestro país y por supuesto en Guerrero.

Uno de los símbolos de nuestro Estado es precisamente el del Caballero Tigre (así se le conocía al jaguar) sin embargo y a pesar de lo anterior, el número de jaguares en las sierras y montes del Estado es de solo 113 según datos oficiales de la Semaren.

El Plan jaguar es un compromiso global para salvar a este felino en los países de Latinoamérica en el área de distribución de esta especie y las principales organizaciones internacionales de conservación se unieron para lanzar el “Plan Jaguar 2030: Plan Regional para la Conservación del Felino más grande del Continente y sus Ecosistemas”.

Este proyecto busca fortalecer el Corredor Jaguar, que se extiende desde México hasta Argentina, al asegurar 30 paisajes prioritarios de conservación de esta especie para el año 2030. Fue presentado en decimocuarta Conferencia de las Partes (COP-14) del Convenio sobre Diversidad Biológica. Su nombre proviene de la lengua Tupí-Guaraní “yaguara” que significa el que caza de un salto.

Hoy el jaguar es una especie amenazada que ha perdido aproximadamente 50 por ciento de su hábitat histórico en todo el continente.

Está prácticamente extinto en Estados Unidos, El Salvador y Uruguay. Su población está repartida en 18 países latinoamericanos: México, Belice, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Guyana Francesa, Guatemala, Venezuela, Guyana, Surinam, Paraguay, Colombia, Argentina, Perú, Bolivia y Brasil.

En México habitaba las regiones tropicales y subtropicales, desde Sonora y Tamaulipas en el norte del país, bajando por las planicies costeras del Golfo de México y del Pacífico, hasta Chiapas y la Península de Yucatán.

Se ha perdido más del 40% de su distribución en el país, limitándose a áreas forestales fragmentadas, aisladas y de difícil acceso en las costas del Pacífico y del Golfo de México, la Sierra Madre Occidental, la Sierra Madre Oriental y el sur-sureste mexicano.

Ante la necesidad de conocer su situación poblacional en México, se emprendió en el 2008 el primer Censo Nacional del Jaguar y sus presas (Cenjaguar) en 15 sitios prioritarios de conservación del felino. Una labor minuciosa que tomó tres años y que colocó a México como líder en las estrategias de conservación de la especie. La investigación fue apoyada por la Alianza WWF-Fundación Telmex Telcel y elaborada por el Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México junto con diversas instancias de gobierno, instituciones académicas, científicos y organizaciones civiles.

De acuerdo con ese primer censo, en el país habitaba un estimado de 4 mil jaguares; encontrándose la mayoría de éstos en la península de Yucatán. El segundo censo, concluido recientemente, registró que la población había crecido a 4,800 felinos.

El jaguar se encuentra en la categoría de “casi amenazada” de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

En México está catalogado como una especie en peligro de extinción y su cacería está vedada desde 1987. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) lo considera un felino cuya conservación es prioritaria. Véase la NOM-059-SEMARNAT-2010.

El jaguar vive cercado debido a la destrucción de su hábitat, la cacería ilegal y el continuo conflicto jaguar-humano producto de las crecientes actividades en su entorno.

La pérdida de su hábitat está considerada como la mayor amenaza que enfrenta pues se trata de una especie que requiere de grandes extensiones de territorio para sobrevivir. El desarrollo de infraestructura, la expansión de las actividades agrícolas y ganaderas, la edificación de unidades habitacionales y la pérdida de vegetación son factores que han degradado y fragmentado su hábitat.

La reducción de su territorio, y por tanto de su perímetro de acción, provoca que las poblaciones de jaguar se aíslen y sean más vulnerables a la extinción, ya que además de acrecentarse los conflictos con los humanos, la especie tiene problemas de variabilidad genética, una estrategia natural de supervivencia de largo plazo.

La cacería furtiva es la otra gran amenaza que enfrenta la especie. Ésta es producto del conflicto con las comunidades humanas que temen por la seguridad de su ganado o por posibles ataques a las personas. Se sabe, por ejemplo, que en ciertas regiones de México los jaguares compiten por el alimento con los pobladores pues los pecaríes, venados, tepezcuintles, armadillos o coatíes han pasado también a formar parte de la dieta local. Al no encontrar alimento en la selva, es común que el jaguar vaya tras el ganado doméstico y, en represalia, es atacado.

Asimismo, se le caza como trofeo debido a que en los últimos años ha crecido el mercado negro de su piel y/o colmillos. La venta comercial de su piel tuvo gran auge a mediados del siglo XX. En 1963 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) emitió una resolución para prohibir su comercialización.

Sin embargo, no fue hasta 1975 que la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) enlistó a la especie en su apéndice I y con ello se evidenció el problema de cacería que enfrentaba este felino y que continúa siendo una amenaza a su supervivencia.

El jaguar es un gran prestador de servicios ambientales. Estos servicios se definen como un amplio espectro de condiciones y procesos por los cuales los ecosistemas naturales y las especies que los habitan ayudan a sostener y satisfacer las necesidades de la sociedad humana. Entre ellos están: la purificación del aire y agua; la mitigación de las sequías e inundaciones; la generación y conservación de los suelos; la polinización de los cultivos y de la vegetación natural; la dispersión de semillas; el reciclaje y movimiento de nutrimentos; el control de insectos que generan problemas a los campos agrícolas; la protección de las costas ante la erosión del oleaje; la estabilización parcial del clima y el amortiguamiento de los climas extremos y sus impactos.

Los economistas advierten que si se estimara el valor de estos servicios en el mundo, podrían alcanzar varios trillones de dólares por año. Durante siglos la humanidad no le dio importancia ni valor estos servicios ya que se consideraban inagotables. Actualmente, es claro que es necesario conservar a los ecosistemas en el mejor estado para que sigan proporcionándonos estos servicios.

En el caso del jaguar se trata de una especie que ayuda a mantener un ecosistema sano. Cuando desaparece de las selvas y bosques, sus presas que son generalmente grandes herbívoros quedan como amos del paisaje y consumen especies vegetales sin control. Ello altera la composición y estructura de las selvas, de los suelos, afectando los cauces de ríos y, por tanto, tiene un efecto en cadena sobre otros seres vivos.

En México el jaguar se encuentra amenazado y con ello las selvas y bosques están perdiendo a un protector natural. Cuidarlo significa asegurar la permanencia de corredores biológicos fundamentales para México y América que, a su vez, nos dan servicios ambientales que van de la generación de oxígeno, agua y medicinas. Espero que en el nuevo gobierno federal conjuntamente con el estatal destinen más recursos para la conservación de este felino representativo de nuestro continente.

América Latina unida para la protección del jaguar y su habitat.

La presente colaboración es tomada de la página de WWF (World Wildlife Fund) y es mi contribución para difundir que debemos salvar a esta especie en peligro de extinción en toda América, en especial en nuestro país y por supuesto en Guerrero.

Uno de los símbolos de nuestro Estado es precisamente el del Caballero Tigre (así se le conocía al jaguar) sin embargo y a pesar de lo anterior, el número de jaguares en las sierras y montes del Estado es de solo 113 según datos oficiales de la Semaren.

El Plan jaguar es un compromiso global para salvar a este felino en los países de Latinoamérica en el área de distribución de esta especie y las principales organizaciones internacionales de conservación se unieron para lanzar el “Plan Jaguar 2030: Plan Regional para la Conservación del Felino más grande del Continente y sus Ecosistemas”.

Este proyecto busca fortalecer el Corredor Jaguar, que se extiende desde México hasta Argentina, al asegurar 30 paisajes prioritarios de conservación de esta especie para el año 2030. Fue presentado en decimocuarta Conferencia de las Partes (COP-14) del Convenio sobre Diversidad Biológica. Su nombre proviene de la lengua Tupí-Guaraní “yaguara” que significa el que caza de un salto.

Hoy el jaguar es una especie amenazada que ha perdido aproximadamente 50 por ciento de su hábitat histórico en todo el continente.

Está prácticamente extinto en Estados Unidos, El Salvador y Uruguay. Su población está repartida en 18 países latinoamericanos: México, Belice, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Guyana Francesa, Guatemala, Venezuela, Guyana, Surinam, Paraguay, Colombia, Argentina, Perú, Bolivia y Brasil.

En México habitaba las regiones tropicales y subtropicales, desde Sonora y Tamaulipas en el norte del país, bajando por las planicies costeras del Golfo de México y del Pacífico, hasta Chiapas y la Península de Yucatán.

Se ha perdido más del 40% de su distribución en el país, limitándose a áreas forestales fragmentadas, aisladas y de difícil acceso en las costas del Pacífico y del Golfo de México, la Sierra Madre Occidental, la Sierra Madre Oriental y el sur-sureste mexicano.

Ante la necesidad de conocer su situación poblacional en México, se emprendió en el 2008 el primer Censo Nacional del Jaguar y sus presas (Cenjaguar) en 15 sitios prioritarios de conservación del felino. Una labor minuciosa que tomó tres años y que colocó a México como líder en las estrategias de conservación de la especie. La investigación fue apoyada por la Alianza WWF-Fundación Telmex Telcel y elaborada por el Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México junto con diversas instancias de gobierno, instituciones académicas, científicos y organizaciones civiles.

De acuerdo con ese primer censo, en el país habitaba un estimado de 4 mil jaguares; encontrándose la mayoría de éstos en la península de Yucatán. El segundo censo, concluido recientemente, registró que la población había crecido a 4,800 felinos.

El jaguar se encuentra en la categoría de “casi amenazada” de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

En México está catalogado como una especie en peligro de extinción y su cacería está vedada desde 1987. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) lo considera un felino cuya conservación es prioritaria. Véase la NOM-059-SEMARNAT-2010.

El jaguar vive cercado debido a la destrucción de su hábitat, la cacería ilegal y el continuo conflicto jaguar-humano producto de las crecientes actividades en su entorno.

La pérdida de su hábitat está considerada como la mayor amenaza que enfrenta pues se trata de una especie que requiere de grandes extensiones de territorio para sobrevivir. El desarrollo de infraestructura, la expansión de las actividades agrícolas y ganaderas, la edificación de unidades habitacionales y la pérdida de vegetación son factores que han degradado y fragmentado su hábitat.

La reducción de su territorio, y por tanto de su perímetro de acción, provoca que las poblaciones de jaguar se aíslen y sean más vulnerables a la extinción, ya que además de acrecentarse los conflictos con los humanos, la especie tiene problemas de variabilidad genética, una estrategia natural de supervivencia de largo plazo.

La cacería furtiva es la otra gran amenaza que enfrenta la especie. Ésta es producto del conflicto con las comunidades humanas que temen por la seguridad de su ganado o por posibles ataques a las personas. Se sabe, por ejemplo, que en ciertas regiones de México los jaguares compiten por el alimento con los pobladores pues los pecaríes, venados, tepezcuintles, armadillos o coatíes han pasado también a formar parte de la dieta local. Al no encontrar alimento en la selva, es común que el jaguar vaya tras el ganado doméstico y, en represalia, es atacado.

Asimismo, se le caza como trofeo debido a que en los últimos años ha crecido el mercado negro de su piel y/o colmillos. La venta comercial de su piel tuvo gran auge a mediados del siglo XX. En 1963 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) emitió una resolución para prohibir su comercialización.

Sin embargo, no fue hasta 1975 que la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) enlistó a la especie en su apéndice I y con ello se evidenció el problema de cacería que enfrentaba este felino y que continúa siendo una amenaza a su supervivencia.

El jaguar es un gran prestador de servicios ambientales. Estos servicios se definen como un amplio espectro de condiciones y procesos por los cuales los ecosistemas naturales y las especies que los habitan ayudan a sostener y satisfacer las necesidades de la sociedad humana. Entre ellos están: la purificación del aire y agua; la mitigación de las sequías e inundaciones; la generación y conservación de los suelos; la polinización de los cultivos y de la vegetación natural; la dispersión de semillas; el reciclaje y movimiento de nutrimentos; el control de insectos que generan problemas a los campos agrícolas; la protección de las costas ante la erosión del oleaje; la estabilización parcial del clima y el amortiguamiento de los climas extremos y sus impactos.

Los economistas advierten que si se estimara el valor de estos servicios en el mundo, podrían alcanzar varios trillones de dólares por año. Durante siglos la humanidad no le dio importancia ni valor estos servicios ya que se consideraban inagotables. Actualmente, es claro que es necesario conservar a los ecosistemas en el mejor estado para que sigan proporcionándonos estos servicios.

En el caso del jaguar se trata de una especie que ayuda a mantener un ecosistema sano. Cuando desaparece de las selvas y bosques, sus presas que son generalmente grandes herbívoros quedan como amos del paisaje y consumen especies vegetales sin control. Ello altera la composición y estructura de las selvas, de los suelos, afectando los cauces de ríos y, por tanto, tiene un efecto en cadena sobre otros seres vivos.

En México el jaguar se encuentra amenazado y con ello las selvas y bosques están perdiendo a un protector natural. Cuidarlo significa asegurar la permanencia de corredores biológicos fundamentales para México y América que, a su vez, nos dan servicios ambientales que van de la generación de oxígeno, agua y medicinas. Espero que en el nuevo gobierno federal conjuntamente con el estatal destinen más recursos para la conservación de este felino representativo de nuestro continente.